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Todos los años, tras el verano o las vacaciones Navideñas, muchos usuarios repiten la misma promesa: empezar con la práctica de un deporte. Para dar fuerza a este compromiso, hay quien decide realizar una pequeña inversión en el equipo (zapatillas, ropa, raquetas, bastones u otros artículos). Pero en estos tiempos es muy fácil que dicha inversión se dispare ya que, además de los nuevos materiales, cada día se encuentran en el mercado un número mayor de aparatos tecnológicos dirigidos a los deportistas. Auténticos ordenadores de bolsillo, o de pulsera, que permiten controlar los entrenamientos.

Para deportes urbanos

Darle al corazón unos acelerones de vez en cuando es básico para mantenerse en forma, pero tampoco hay que excederse, ya que puede resultar peligroso. Los pulsímetros, relojes de pulsera que controlan las pulsaciones del corazón, se han convertido en el accesorio perfecto para las llamadas actividades cardiovasculares: correr, nadar, pedalear, hacer esquí de fondo, o cualquiera de sus versiones estáticas de gimnasio.

La receta consiste en averiguar las pulsaciones máximas (según la edad, peso y sexo) y mantener el ritmo entre el 60% y el 80% de ese valor. Por debajo, no se queman grasas. Por encima, puede ser peligroso. Los pulsímetros se encargan de todos estos cálculos y muestran en pantalla si las pulsaciones están o no en el rango adecuado.

El sensor del pulsímetro suele colocarse con una banda elástica alrededor del pecho, bajo la camiseta, y envía por radio las pulsaciones al reloj, con un alcance de unos pocos metros. Los modelos más avanzados de pulsímetro guardan un registro del entrenamiento y se pueden conectar al PC para guardar los resultados y controlar los progresos.

Estimuladores musculares

Esta tecnología tiene mala fama, ya que sugiere anuncios de teletienda donde musculosos caballeros y señoritas fibrosas prometen adelgazar sin moverse del sillón. Sin embargo, la estimulación muscular es una tecnología seria y probada que se utiliza desde hace años, por ejemplo, en la recuperación de lesiones. Si bien el doctor Carlos Sabaté, traumatólogo y fundador del centro de entrenamiento y rehabilitación cardiológica CardioCerc, explica que siempre es necesaria la supervisión del médico antes de utilizar un estimulador muscular.

Entonces, ¿por qué tienen tan mala reputación los aparatos anunciados por televisión en la madrugada? Los expertos coinciden en que, si no se combinan con una dieta adecuada, y deporte (con sudor y zapatillas), estos aparatos no sirven para adelgazar. “No se puede concebir la estimulación muscular como un ejercicio aislado ni puede ser aplicada a capricho por el paciente; por el contrario, el uso de un estimulador muscular debe estar englobado dentro de un plan trazado previamente por el médico”, asegura el doctor Sabaté.

Todos los estimuladores funcionan mediante unos parches conductores que se adhieren a la piel. Los parches se conectan a una unidad central, desde la que se envían pequeñas descargas eléctricas (inofensivas) al músculo, que se contrae involuntariamente.

No todos los estimuladores son iguales, ni todos son igual de eficaces. Los impulsos eléctricos deben tener una intensidad, una frecuencia y un ritmo específicos. Hay impulsos efectivos para aumentar el riego sanguíneo o ayudar a reducir la celulitis, mientras que otros incrementan el tono muscular o reducen el dolor de las lesiones. Los estimuladores más avanzados suelen disponer de programas concretos para cada aplicación.

La diferencia entre la electroestimulación y el deporte natural es que las contracciones del estimulador no producen algunos de los beneficios asociados al movimiento, como son el aumento de la capacidad cardiaca, el refuerzo de los tendones, la mejora de la coordinación y, sobre todo, la sensación de satisfacción que se produce tras el esfuerzo.

Además, según explica el doctor Sabaté, los electroestimuladores tienen un efecto paralelo al del crecimiento del músculo: “la hipertrofia del ventrículo izquierdo del corazón, que es algo normal en los deportistas”. Sin embargo, “un uso excesivo de este tipo de técnicas puede acarrear un crecimiento peligroso del ventrículo”, asegura el doctor. Sabaté matiza que este peligro sólo se daría en casos “de abuso verdaderamente extremo”.

Los precios de los electroestimuladores varían entre los 70 euros de un producto de teletienda hasta los 1000 euros de algunos modelos especializados, que cuentan incluso con sensores que miden la contracción del músculo y regulan la intensidad de los impulsos automáticamente.