Palabras claves: DEPORTE/MUJER

Título: Reflexiones acerca de lo que la mujer representa para el deporte y el verdadero significado del deporte para la mujer.

Autor: Marta Antúnez

Profesora de Educación Física (Argentina)

Estereotipos y patrones culturales marcan condicionantes en las niñas desde una infancia muy temprana. Esto hace que se espere de ellas un menor rendimiento y predisposición hacia el deporte. Las diferencias en este aspecto no son solamente biológicas si no que se ven incrementadas por estas pautas culturales.

La imagen del cuerpo femenino, la relación de las mujeres con esta por una parte y con el deporte por otra, también están determinadas por estereotipos que aún se mantienen a pesar del avance de la mujer en casi la totalidad de las actividades y le crea una dependencia de la identidad femenina y sus roles con este “verse” como mujer.

Las mujeres aún deben autoelaborar una imagen propia teniendo en cuenta sus propios deseos y su propio modo de vivir su cuerpo y su vitalidad

¿Las mujeres eligen el deporte como actividad propia o lo hacen para demostrar que en ese campo tradicionalmente masculino también pueden desarrollarse? (De las actividades físicas femeninas y el deporte).

Patrones y acervos culturales indican un papel masculino y uno femenino diferenciados y pautados según épocas, usos y costumbres, sin embargo el ser mujer puede atribuirse, por una parte, al sexo biológico pero también por otra, a la identidad femenina con el rol que la sociedad espera quiera desempeñar.

Los estereotipos y patrones culturales marcan ya una condicionante respecto a las niñas desde la infancia más temprana; estos tratos diferenciados, (ejercidos por quienes son los responsables de la socialización: padres, docentes, entrenadores), hacen que se vayan cultivando las identidades tanto en las niñas, como también en los niños.

Por esto, se espera de las mujeres una diferencia en cuanto a rendimiento, expectativas de éxitos, menor aptitud para la agonística, la competencia, el entrenamiento, mayor aptitud para la creatividad e intelectualidad, la sensibilidad. Estos patrones hacen que la identidad de la niña se desarrolle bajo esas pautas, y aunque con la modernidad han ido perdiendo poder, aún hoy influyen en la elección, predisposición, interés, actitud frente al deporte. Es decir: la mujer representa para el deporte, no lo que ella pueda desempeñar como atleta o simple practicante, sino lo que, por lo regular, la sociedad espera de ella sobre la base de un modelo preconcebido de comportamiento.

El rendimiento deportivo está marcado no sólo por las diferencias biológicas, sino que se incrementan con las diferencias psicológicas, sociológicas y culturales vivenciadas por las mujeres, marcadas y reglamentadas por la sociedad con pautas diferenciadas para hombres y mujeres.

Las mujeres desarrollan el mismo interés por los deportes que los hombres, al igual que en otras tantas actividades y profesiones, sin embargo, (y los números son claros), aún no practican deporte en el ámbito competitivo como competencia tanto como sus congéneres masculinos y por su parte, la psicología asegura que se debe a la diferencia que tienen las mujeres respecto al significado de la búsqueda del éxito y del rendimiento. Las mujeres tienden a lograr el éxito sobre la base del dominio y mejoramiento personal (Gill). En tanto los hombres buscan el resultado frente al oponente.

En este último siglo pasado las mujeres se acercaron en mayor proporción más a la actividad deportiva, al igual que a todos los demás campos sociales ocupados por hombres; quienes fueron las pioneras en la participación deportiva competitiva se identificaron con los patrones masculinos y ostentaban características más competitivas y de rendimiento que las demás mujeres, (seguimos hablando siempre en términos de patrones ya gestados con anterioridad).

Estas iniciadoras, abrieron un camino hacia esas actividades deportivas pero no lograron que las demás mujeres se identificaran con sus principios de comportamiento deportivo o competitivo, por el sólo hecho que no eran cánones a seguir dentro de una identidad propia de la feminidad que la mujer en esos momentos intentaba forjar.

El deporte como tal, siempre ha valorado el éxito, el mejor, el campeón. La medición exacta de tiempos y marcas, el rendimiento máximo, el entrenamiento para la búsqueda del mejor resultado y todas las ciencias aplicadas trabajan en pos de ello. Ese es el espíritu del deporte: más rápido, más alto, más fuerte.

Lo que se debería analizar es lo siguiente: si las mujeres que se acercan a la práctica deportiva lo hacen por estar de acuerdo con esos valores y modelos que se cultivan alrededor de las competencias, ó si la búsqueda del éxito del mejor tiene valor dentro de la nueva identidad femenina que no deja de mutar acorde avanzan los tiempos

La relación mujer-cuerpo

La relación de la mujer con su propio cuerpo debe ser uno de los puntos que más ha variado desde la incursión de la mujer en el mundo visible para la sociedad. Antes no disponía de su cuerpo para sí, debía dedicarse a la maternidad y la imagen de su cuerpo se medía con otros valores ya que este era precisamente el único papel que la sociedad le tenía reservado. Desde la llegada de la mujer a la educación, la investigación y demás ciencias, la noción de la imagen corporal ha ido variando a tal punto que parecería que la mujer ha retomado el control de su propio cuerpo. ¿Pero es realmente así o estamos asistiendo a otra pauta cultural con la que no todas las mujeres pueden identificarse?

La imagen de mujer ideal se mide por la belleza, delgadez y juventud, por otro lado todas las ciencias y artes trabajan para que esto pueda concretarse, Así entonces tenemos que la industria “femenina” abastece al mercado con productos de belleza, tratamientos, alimentos bajas calorías, medicamentos para adelgazar, para no envejecer, anticonceptivos, spá de relajación, tratamientos antiestrés, tratamientos psicológicos y por supuesto quirúrgicos que cada vez comienzan a aconsejarse desde edades más tempranas para no llegar a edades avanzadas con riesgos.

El logro de esta belleza y los productos que la garantizan ofrecen a la mujer juventud, seguridad, libertad, autonomía, omitiendo las consecuencias negativas que podrían tener para la salud y el bienestar.

La imagen femenina ideal es aquella que ha pasado por el quirófano, se ha hecho cirugía embellecedora, se sacrifica comiendo químicos y aparenta 30 años menos de los que tiene y además se divierte! Y esto debe lograrse cueste lo que cueste.

Y llegamos así a nuestro gran tema: el deporte. Que por supuesto, es una actividad que ni por aproximación se asemeja a aquello con lo que la sociedad espera que la mujer se identifique. La actividad física femenina entonces, es aquella que puede hacernos más lindas, más flacas o más jóvenes y encima nos prometa divertirnos!. Así surge una elección de mujeres, niñas y jóvenes por el fitness, la danza, el gimnasio, el trote, etc.

En este aspecto las mujeres han ido adelantándose en este camino a los hombres, hoy lo que se espera de la mujer es que tenga una imagen corporal impecable, que esté radiante y que soporte el trajín de la vida diaria con el maquillaje intacto, y aunque parezca increíble, los hombres no están exentos, de esta “exigencia” social.

Tanto hombres y mujeres por igual son esclavos de la “buena presencia”. El ser humano se identifica con la imagen que crea tengan de él, lo que motiva a la “aceptación” por parte del individuo de los caprichos sociales de apariencia y comportamiento. Esa será su propia imagen y en esa búsqueda trabajará. Esto tiene verdadero peso independientemente de la actividad que se realice en cualquier ámbito. El deporte pareciera no cumplir con el objetivo de mejorar esta imagen para que sea aceptada por la sociedad, en especial la de la mujer, por cuanto lo que se espera del trabajo físico deportivo es el desarrollo de una gran masa muscular, la masculinización y la manifestación de patrones de conductas características del sexo masculino.

El papel del deporte en la nueva concepción de la imagen femenina

Habría que analizar el concepto de deporte y como es concebido por la mayoría de la sociedad, y desde ese punto de vista allí ver quienes realmente hacen deporte.

Si consideramos deporte “a toda aquella actividad que se realiza con el fin de competencia”, seguramente la balanza se inclinaría a favor de los hombres, desde la participación en Juegos Olímpicos, torneos organizados institucionalmente, partidos que se llevan a cabo en el barrio, en la canchita, polideportivo o con el grupo de amigos, compañeros de trabajo o estudio. Los hombres que se encuentran para jugar por el resultado a simple vista son más que las mujeres. Pero: ¿todo esto corresponde a la definición deporte?

Otra pregunta sería: ¿Deberíamos considerar deporte a toda actividad que refiera un compromiso corporal en la que tenga lugar un gasto de energía, (aunque esta sea mayor al gasto que pueda hacer mi vecino pateando la pelota con sus amigos) o, por ejemplo, pasear diariamente a mi perro?

El deporte es sinónimo de una preparación, un entrenamiento a fin de poder llegar a una determinada competencia con una ganancia física, técnica y táctica, que ayude a llegar al máximo rendimiento. Las demás actividades físicas (aerobics, danza, tae-bo, andar en bicicleta), tienen la similitud de la preparación para lograr una preparación y mejorar nuestra condición, nuestra salud o, por que no, nuestra belleza.

Los deportes recreativos, que no persiguen el rendimiento máximo y que por lo tanto no requieren una severa preparación deberían estar alineados en una categoría propia y no mezclados con el deporte de representación, error que generalmente se comete en la realización de alguna encuesta para determinar si la población realiza deporte o no, quienes lo hacen, dónde y por qué.

Otro error es considerar como deportes femeninos a las actividades recreativas, de gimnasio, las caminatas, la danza, la gimnasia modeladora y cuanta actividad surja de la moda mercantilista que promete hacer una imagen “como la que vos querés”.

Hoy en día siguen rigiendo los mismos valores arcaicos basados en fundamentaciones superficiales contra los cuales la mujer lucha constantemente, aquellos que marcaban a la mujer como un ser falto de voluntad, dependiente, inseguro, con falta de perseverancia para el trabajo y con cierta ineptitud para la actividad y rendimiento físico.

Por lo tanto, para mantenerse con una imagen apta debe consumir aquellas actividades que no requieran “sacrificio” físico, ni “esclavitud”; para lo cual es más sencillo pasar por el quirófano, el dietista, la clínica de belleza y tener un personal trainer que no permita cansarnos y nos haga desaparecer las grasas sin hacer crecer demasiado los músculos que realizar una actividad física o deportiva que reclame voluntad y constancia ya que estos son los valores que no nos corresponden por considerarse masculinos.

Hoy ya se acepta que la mujer sea inteligente, pueda entrar de lleno al mundo y actuar a la par de los hombres, pero con un cuerpo perfecto y con una imagen de sí misma aceptable para los demás, con la esclavitud que significa el cuidado de lo exterior. No se le permite liberarse de la dependencia de cómo se ve su cuerpo.

Seguramente y podría esperarse que estos cánones de belleza física, dinamismo corporal, delgadez sin músculos definidos, sin arrugas vayan evolucionando teniendo como protagonista a la mujer y a lo que ella quiere de sí misma respetando los deseos y realidades a los que quiera llegar. Que la imagen de la mujer sea autoelaborada teniendo en cuenta sus propios deseos y su propio modo de vivir su cuerpo y su vitalidad.

Las mujeres que se dediquen al deporte de alto rendimiento tendrán los valores que respondan a esa actividad, dentro de las características y requerimientos necesarios sin ser vistas como más o menos femeninas por haber ingresado a ese coto considerado aún de un ámbito netamente varonil.

A pesar de los avances de la mujer que ha ido dejando de lado los estereotipos se sigue insistiendo en el mantenimiento de éstos. Aún se trata a las deportistas en forma diferenciada respecto a los hombres, en especial por los medios de comunicación que se ocupan de remarcar la relación del deporte con la vida personal, familiar y profesional, destacando el poco tiempo disponible que les deja esta búsqueda de logros deportivos para que las deportistas logren “ser mujer” y cumplir con los papeles de madre, novia o esposa, amistades y estudio o trabajo.

El deporte de competitivo debe ser considerado como una actividad entre las demás, en la que la mujer pueda desarrollarse al igual que los hombres, como en la política, las ciencias, y todas las demás actividades, con igualdad de oportunidades para lograr los mejores resultados. Y la imagen de los deportistas debe ser eso simplemente: un o una deportista que intenta lograr lo mejor de sí mismo, al igual que la mayoría de los seres humanos en lo que hemos elegido.

Bibliografía

·         Imagen, papel y condición en los medios de comunicación social. UNESCO 1994

·         Mujer y medios de comunicación. Documentas I. Secretaría General de la Mujer. G.C.B.A.

·         Olivera Betrán, Javier. Sobre el modelo corporal de la mujer. Revista Apunts n° 55

·         Pesce, Caterina. Aspectos psicosociales de la actividad deportiva femenina. Revista Stadium n° 175

·         Wolf, Naomi. El mito de la belleza. EMECE. 1991

Foto: Podio femenino, Carrera de Miguel, Buenos Aires, marzo de 2001

Revisado y actualizado por: Lic. Maritza G.O