Palabras claves: SALUD/BEISBOL/ENTRENAMIENTO DEPORTIVO/ENTRENADORES DEPORTIVOS/DIRECCIÓN/PREPARACION DEPORTIVA
Título: Por una mayor salud, bienestar y desarrollo de nuestra principal disciplina deportiva.
Autor(es): Lic. Lázaro A. Solé Carrasco. Prof. Auxiliar.
Fuente: Facultad de Ciencias Médicas Finlay- Albarrán. Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana.
Texto completo:
Aún sin apagarse está el eco de los aplausos, voces y gritos de decenas de miles de aficionados que asistieron personalmente a presenciar los juegos correspondientes a la etapa final de nuestro XLIII clásico nacional de béisbol correspondiente al máximo nivel de competencia. Para la inmensa mayoría de aquellos que de una forma u otra y como buenos cubanos que somos nos mantenemos ligados al mismo ya sea como entrenadores, aficionados en general, o como “managers de graderíos”, el resultado final realmente no fue el esperado. No en cuanto al equipo que resultara ganador finalmente, sino en cuanto al desbalanceado cómputo de cuatro victorias por cero a favor del triunfador, y que para mayor sorpresa se repite en relación con igual resultado entre éstos dos mismos conjuntos durante la discusión por el título nacional de la temporada pasada correspondiente al año 2003.
Fue sin dudas y como siempre ocurre, una temporada plena de comentarios y apreciaciones acerca de su desarrollo, de las nuevas figuras en ascenso, del supuesto ocaso deportivo de otras, de nuevos records, de tácticas y estrategias bien o mal aplicadas y un sinnúmero de aspectos más relacionados con el torneo a todo lo cuál no podemos sustraernos independientemente de los resultados obtenidos por aquellos que tuvieron la casi siempre ingrata responsabilidad de dirigir alguno de los equipos participantes, sobretodo si ese resultado no satisfizo totalmente las expectativas de los aficionados y seguidores del mismo.
Luego de haber estado reflexionando en innumerables ocasiones durante todo el desarrollo de este torneo acerca del tema que me propongo abordar en el presente trabajo; por lo repetitivo del hecho en cuestión, y por considerarme en la obligación de que quizá este pueda llamar la atención de los que nos sentimos además comprometidos no solamente con lograr un cada vez más alto desarrollo de nuestra principal disciplina deportiva, sino que la misma continúe siendo un medio más en la formación y educación de nuestros jóvenes atletas mediante un adecuado y lógico proceso pedagógico, hemos decidido manifestar claramente nuestras consideraciones relacionadas con este último aspecto.
En el mundo de los negocios empresariales grandes o pequeños, la gestión de dirección viene a ser algo así como una especie de “ARTE”, no sin sobradas razones existe una considerable literatura especializada sobre el tema. Pues bien, no existe otra cosa en el mundo que se semeje más a una empresa, que un equipo de béisbol. A partir de ésta primera afirmación, y por carácter transitivo, a la función de dirigir un equipo en ésta disciplina también le podemos asignar el mismo calificativo. Inicialmente quizás, usted no esté de acuerdo conmigo en esta conclusión, pero si es así deténgase entonces un momento en la lectura de este artículo y reflexione más detenidamente sobre el tema y al final estoy seguro de que estaremos hablando en el mismo idioma y en la misma frecuencia.
Quiero referirme en especial, y es mi apreciación muy personal, a la tendencia expresada por algunos directores de los equipos participantes, en relación a su llamado “estilo de dirección” y por supuesto que no nos atreveríamos a adentrarnos en el tema relacionado con los aspectos de índole técnico- tácticos ni estratégicos propios de sus funciones durante el juego, sino que nos ocuparemos en lo particular del aspecto relacionado con el “carácter educativo“ que encierra además la labor del director técnico, o entrenador deportivo, léase pedagogo deportivo.
Nuestro béisbol por sus resultados y desarrollo se encuentra ubicado en el más alto nivel de competencias del alto rendimiento en el orbe en cualquiera de las categorías de edades que se trate, esta posición no es otra cosa que el producto de la política desplegada por el estado cubano a partir del triunfo revolucionario de 1959 en materia del desarrollo deportivo masivo de la población, y donde el sistema nacional de participación desempeña un papel fundamental.
Paralelamente a estos logros y a pesar de los esfuerzos desplegados a través de todos éstos años en el cumplimiento de los objetivos trazados, el componente educativo que conlleva la práctica de cualquier actividad deportiva dirigido a los aspectos formativos de la personalidad ciudadana no ha sido soslayado por un solo instante en nuestro programa social, todo lo contrario de hecho se encuentra presente en cada clase de educación física, sesión de entrenamiento, terreno de competencias y lugares de público acceso a los cuales acuden nuestros niños, jóvenes, deportistas y entrenadores.
Es precisamente el entrenador deportivo el encargado de contribuir con su ejemplo, labor pedagógica y esfuerzo diario a través del proceso de entrenamiento, visto como lo que es en realidad “un proceso docente – educativo”, a la formación del carácter y valores propios de la personalidad de nuestra población en general y de nuestros atletas en particular, desde aquellos que se encuentran comprendidos en las edades tempranas que asisten a las áreas de participación o escuelas deportivas especializadas, hasta nuestros venerados abuelos enmarcados en sus círculos a los cuales acuden diariamente bien temprano en las mañanas para realizar sus sesiones de ejercicios físicos propios de la tercera edad.
El entrenador deportivo, es aquella persona que inicialmente tiene la responsabilidad directa de preparar a sus jugadores para la obtención de elevados resultados competitivos mediante el desarrollo de todas sus capacidades durante el proceso de entrenamiento, y posteriormente guiarlos durante las competencias en la consecución de ésos resultados.
Pero es algo mucho más complejo aún, el entrenador deportivo es ”ante todo un formador de valores; un pedagogo en toda la extensión de la obra y la palabra”; ésta es la razón por la cual no siempre todos estamos lo debidamente preparados para acometer estas funciones. Las tareas relativas a la orientación, guía, armonización e interrelación de todos los elementos en pos de un objetivo común en la dirección del proceso de entrenamiento, así como la conducción del equipo como colectivo y no como grupo durante el período de competencias, requiere sobre todo de alguien con un nivel elevado de “maestría pedagógica” entre otros atributos personales, alguien caracterizado por la tenencia de un juicio oportuno, preciso, acertado y sobretodo justo, que sea capaz de ejercer su autoridad con respeto y cortesía hacia el resto de los integrantes del colectivo, un profundo observador de los principios éticos, pedagógicos y profesionales.
La observancia de estos últimos coadyuvan al incremento del respeto que los jugadores manifiestan por su entrenador, pero al mismo tiempo esa relación puede también comportarse de forma inversa y proporcional, si esos principios ético- pedagógicos y profesionales son violados por parte del entrenador o director técnico.
En el beisbol, pudiéramos afirmar que existen tantos estilos de dirección como tipos de directores de equipos puedan existir. La historia de este deporte recoge innumerables ejemplos a través de también innumerables clasificaciones dados casi siempre por admiradores y detractores; así tenemos…. “directores buenos, malos o peores; ganadores y perdedores; con suerte y sin ella; de buen o mal carácter; asequibles o prepotentes; impulsivos o calmados; creativos o conservadores; analíticos o de inspiración; ex -jugadores o de formación académica; y muchas otras más, pero en cualquier caso que se trate, mucha ATENCION con la utilización de los métodos y formas bajo las cuales se establezca el proceso de comunicación en la relación “director técnico -jugadores” tanto durante el proceso de entrenamiento como durante el período competitivo. Este principio es aplicable no sólo al beisbol, sino a la totalidad del resto de los deportes en cualquier categoría o nivel. De la forma en que se desarrolle y desenvuelva ésta relación mucho va a depender el resultado final en la competencia.
Durante las últimas temporadas o clásicos nacionales del beisbol en nuestro país, hemos estado observando cómo en nuestra opinión muy particular, algunos directores de equipos no le prestan, repito una vez más en nuestra consideración personal, la debida atención a la forma que utilizan en el momento de establecer la necesaria comunicación con sus jugadores sobretodo durante el desarrollo de los encuentros.
Si tomamos en consideración que es durante el proceso de entrenamiento previo a la competencia donde se deben alcanzar los objetivos que conlleven a la obtención del estado de forma deportiva de los jugadores mediante el cumplimiento de las tareas propias de las diferentes direcciones del entrenamiento deportivo visto desde el punto de vista metodológico, consideramos ilógico entonces que observemos cómo de forma constante y sistemática algunos directores intervengan a todo lo largo del encuentro, en todas y cada una de las acciones del juego que desarrollan sus jugadores tanto en el aspecto defensivo como ofensivo individual y colectivo.
Por otra parte no olvidemos el fenómeno de que nos estamos refiriendo a un hecho que ocurre en el máximo nivel competitivo de nuestro beisbol y que los jugadores que participan en ésta competencia pertenecen no por capricho al alto rendimiento; que en la inmensa mayoría de los casos los mismos proceden y han transitado por diferentes centros de entrenamientos especializados y donde supuestamente han recibido durante un largo período una preparación, adiestramiento y desarrollo adecuado de todas sus capacidades y habilidades (incluyendo las intelectuales y psicológicas) especiales del béisbol, las cuales lo han llevado a participar en ése nivel de competencias.
De lo contrario no podríamos hablar entonces de un correcto desarrollo de los planes relacionados con la preparación del deportista que se inicia precisamente desde edades tempranas. Pero si además de lo antes expresado, el método o procedimiento que se emplea para establecer ésa comunicación director- jugador por parte del primero adolece, o desconoce los aspectos “tiempo y forma” sobre los cuales se debe lograr este proceso, entonces personalmente considero que el resultado de la acción educadora no se cumple en esos casos, además de que el efecto que provoca sobre el rendimiento deportivo de los jugadores no considero sea el que se intenta alcanzar.
No desconocemos la existencia dentro del juego de béisbol donde el entrenador, técnico o director del equipo debe tener una participación directa en la toma de decisiones a adoptar, ya se trate del aspecto ofensivo o defensivo en lugar de alguno o algunos de sus jugadores; pero de estas situaciones especiales o particulares a intervenir invariable y constantemente en todas las acciones que desarrollen los mismos existe un gran espacio.
Ejemplos no nos faltan, y entre otros pudiéramos señalar, la constante colocación de los jugadores sobre el terreno, la secuencia y tipo de lanzamientos ante todos y cada uno de los bateadores contrarios, las zonas a las que deben dirigirse ésos lanzamientos, los movimientos para batear, etc.
Ante éstos casos de directores, ¿cómo poder hablar de desarrollo del pensamiento táctico de nuestros jugadores de beisbol?;… ¿cómo poder hablar de desarrollo de las principales cualidades del pensamiento como son el análisis, síntesis, abstracción y generalización, sin adentrarnos en las capacidades de la atención y la concentración además de los procesos de adaptación a las condiciones cambiantes de la competencia?…. y todo esto repito, no lo perdamos nunca de vista, en jugadores del mayor nivel competitivo.
En ocasiones al observar este tipo de directores y su actuación durante el juego, he tenido la impresión de estar presenciando una competencia correspondiente a una categoría de edades muy inferior (escolares), a las que normalmente arriban nuestros jugadores de beisbol al máximo torneo nacional.
Este elemento me conduce siempre a la misma interrogante, es decir: si durante el período de competencias nos vemos en la necesidad de tener que asumir la responsabilidad total en la toma de decisiones individuales de carácter táctico de nuestros jugadores de primer nivel; ¿entonces a cuáles otras actividades le dedicamos el tiempo del macrociclo de entrenamiento destinado a la preparación táctica de ésos jugadores previo al inicio del período de competencias?
De hecho en muchos casos este tipo de directores está contribuyendo significativamente a la formación de una especie de jugador modelo “robot”, y son aquellos de los cuales en alguna que otra oportunidad hemos oído decir que son buenos jugadores del “cuello hacia abajo” refiriéndose a las excelentes condiciones y cualidades con las que cuenta, pero que…. del “cuello hacia arriba carecen de todo lo necesario es decir, capacidad de pensar y decidir adecuadamente durante el juego.
Por otra parte la utilización de este tipo de método durante la competencia, atenta contra la parte de responsabilidad que cada uno de los jugadores debe asumir en cuanto al resultado de sus acciones debido a que no es precisamente él quién toma en la mayoría de las ocasiones la decisión sobre las mismas.
Esta condición es arrastrada en no pocas veces a nuestro equipo nacional, el que por supuesto se nutre a partir de la selección que se confecciona de los jugadores que participan al más elevado nivel de competencias en ésta categoría de mayores, y donde los técnicos que con ellos trabajan deben dedicarle un fondo de tiempo a tratar de subsanar las deficiencias con las que arriban, en este caso al desarrollo del pensamiento táctico funcional, fondo de tiempo que pudiera haber sido empleado en otra dirección del entrenamiento.
La deuda de horas y contenidos de las sesiones de entrenamiento previas al inicio de la competencia en todo lo relacionado con la preparación de los jugadores en lo individual y el equipo como colectivo, no es posible recuperarla durante el período competitivo, considerar lo contrario equivale a afirmar de que es la Luna quien nos ilumina con su luz durante el día.
Durante la competencia es posible realizar cambios y algunos ajustes de menor significación en los aspectos tácticos y estratégicos a desarrollar durante la misma tanto en el orden individual como colectivo a través de los planes de entrenamiento y que conduzcan a la obtención de mejores resultados, pero siempre se estructurarán sobre la base de todo lo aprendido y asimilado durante el período preparatorio.
La competencia no se inicia en el preciso momento en que el árbitro da la voz de “a jugar”, sino mucho antes, se inicia a partir del instante en que el equipo como colectivo, se reúne previo al inicio del juego para efectuar el análisis de las características del adversario y establecer todos los planes de acción táctica y estratégica que se intentará desarrollar frente a este durante el encuentro tanto individual como colectivamente.
Un director de equipo debe ser capaz de lograr que cuando sus jugadores pisen el terreno de juego, todos y cada uno de ellos conozcan que es lo que de ellos se espera, y que además estén en óptimas condiciones tanto físicas como técnica y tácticamente se refiere para poder realizar sus acciones, sin olvidar el componente de la predisposición psicológica para la obtención de un resultado exitoso de su gestión.
Otro momento importante en cuanto a un adecuado proceso de comunicación entre director y jugadores, lo constituye el análisis de las acciones tanto positivas como negativas que se debe llevar a efecto en algún momento posterior a la terminación del partido (generalmente se realiza al día siguiente antes del inicio de la sesión de entrenamiento ó también momentos antes del inicio de un nuevo encuentro), y donde a partir de los logros y deficiencias detectadas, se procede a la adopción de las medidas o ajustes al sistema táctico- estratégico del juego para ésa nueva ocasión.
Hasta aquí solo nos hemos ocupado de uno de los elementos componentes del proceso de comunicación entre director y jugadores en un equipo de béisbol. A partir de éstas líneas nos ocuparemos del otro componente, en nuestra opinión personal, el de mayor connotación de los dos es el referido a “la forma de comunicación“.
Todo atleta durante el momento de la competencia está sometido a intensos procesos y exigencias de índole físicos, mentales, emocionales y psicológicos, los que unidos constituyen una verdadera agresión a su organismo. Estos factores se ven disminuidos en aquellos jugadores de mayor experiencia y que se acercan o alcanzan el estado de la maestría deportiva, pero en todos se manifiestan en mayor o menor medida ésos mismos procesos.
El efecto acumulado de todos los procesos señalados anteriormente incidiendo simultáneamente sobre el mismo jugador en el preciso momento de la competencia, puede conducir a la creación de un elevado nivel de stress. Por lo que cualquier tipo de comunicación que se intente establecer con ése jugador debe caracterizarse ante todo por lograr un efecto mediante el cual este sea capaz de poder asimilar todas las indicaciones y nivel de conocimiento que se le quiere trasmitir en un momento ante una situación muy particular o compleja del juego, y que le ayuden a desempeñar con eficiencia su labor.
Debido a lo expresado en el párrafo anterior, en ningún caso las condiciones dentro de las cuales debe transcurrir el proceso de comunicación con el jugador, podrá favorecer el incremento del estado de excitación por el normalmente que atraviesa. Sin embargo y de manera contradictoria hemos observado también cómo estos elementos son obviados por algunos directores de equipos en los momentos en que se dirigen a los jugadores para abordar determinadas situaciones tácticas o estratégicas con formas que mucho dejan de desear, y que únicamente contribuyen a la creación de un estado de predisposición negativa en los jugadores.
Por otra parte, algunos directores, repiten este proceder desde el inicio mismo del juego y hasta su final en cada oportunidad en que las acciones no se desarrollan en el terreno de la forma en que desea, asumiendo posiciones de constante inconformidad con el desempeño de los jugadores del equipo, expresados en gestos, gritos, acciones y vocabulario que nada tienen que ver con la relación objetivo- contenido de un proceso de comunicación.
A ese tipo de entrenadores o directores se les debe recordar que son los jugadores y no ellos quienes tienen la responsabilidad en los momentos actuales de deleitar con la espectacularidad de sus acciones de juego a la afición de todo el país e incluso, más allá de nuestras fronteras. En ocasiones éstos hechos ocurren desdichadamente en presencia de miles de espectadores que asisten como es habitual a disfrutar de los juegos de beisbol de nuestro máximo torneo nacional, y con trasmisiones televisivas para todo el país, lo cual aumenta mi temor de que la práctica de tales procedimientos sea objeto de la imitación por parte de otros técnicos.
Visto desde otro ángulo, si nuestros entrenadores se manifestasen como regla general de esa forma en el nivel de alto rendimiento, entonces, ¿cómo sería el comportamiento de aquellos que se desarrollan su no menos e importante función educativa y de formación en las categorías y niveles inferiores de nuestra estructura deportiva nacional?
Considero además que el “ensalzamiento “que algunos hacen de estos procederes esgrimiendo el falso y débil argumento de que… con esos métodos y formas tal o más cuál director ha obtenido buenos resultados, les respondo diciéndoles que…”en el beisbol, no siempre lo que se hace bien ofrece los mejores resultados, como tampoco aquello que se hace mal brinda los peores”.
Al respecto mucho pudieran ayudar los órganos de prensa y otros medios de información en función del principio educativo que en nuestra sociedad tienen los mismos como premisa fundamental en su labor; y a mi juicio este es un ejemplo claro. Desde mi posición como observador, me resisto incluso a que por mi mente cruce la idea de que semejantes procedimientos convertidos en “métodos de dirección”, puedan contribuir a la solución de posibles deficiencias relacionadas con la preparación de los jugadores durante el período competitivo; o mejorar el estado de predisposición deportiva de éstos; pienso más aún, considero que hasta pudiera quedar afectada significativamente la moral deportiva de aquellos jugadores que se vean sometidos a tales procedimientos.
Tampoco en estos casos el objetivo educativo del deporte se halla al máximo de su expresión de acuerdo con todo aquello que desde hace mucho tiempo y durante mi formación profesional, me enseñaron en relación con la pedagogía, la didáctica, la teoría y metodología de la educación física y del entrenamiento deportivo y psicología deportiva como ciencias afines sobre las que se fundamenta todo proceso de enseñanza- aprendizaje (léase proceso de entrenamiento deportivo).
Los jugadores de ningún equipo en ningún nivel de competencias son perfectas máquinas de lanzar, batear o fildear, y por lo tanto cometen errores técnico- tácticos, además de los denominados mentales que no son más que toma de decisiones y apreciaciones erradas relacionadas con la solución de una determinada situación de juego (y que también se desarrollan mediante adecuados procesos y métodos de entrenamientos).
Los seres humanos como especie, somos semejantes estructural y anatómicamente hablando; pero esencialmente diferentes en cuanto a nuestras acciones, reacciones y comportamiento en general. Somos contrarios al establecimiento de patrones de dirección de los equipos, pero la condición de haber sido ex- jugadores de un gran nivel incluso considerados de excepción, conocidos también como “fuera de serie o extra- clase”, no le proporciona a ninguno la posibilidad de considerarse la “Biblia del béisbol” ya que nadie tienen en sus manos el dominio ni la verdad absoluta sobre todas, absolutamente todas las situaciones del juego, ni se puede pretender que los jugadores a los cuales tenemos hoy la responsabilidad de “instruir””, (léase formar, educar) se comporten en el terreno de la misma forma que en tiempos anteriores se comportaron otros jugadores y con los mismos resultados, porque en el deporte del alto rendimiento en general no existen “patrones“, sino estilos propios de ejecución de la técnica, además no es lo mismo jugar al beisbol, que enseñar a jugar al beisbol, dicho en buen cubano, tal y como se recoge en nuestro refranero popular,…”no es lo mismo con violín que con guitarra”.
Por el contrario, todos conocemos que desde esa posición de director técnico o entrenador principal si se es consecuente con sus funciones, y durante el desempeño de esas se cometen a menudo muchos errores los cuales en no pocos casos conducen directamente a un resultado negativo al final del juego, y sin embargo, en la mayoría de las veces que eso ocurre casi siempre aparecen sobradas razones que justifican lo errado en la toma de ésas decisiones, todo esto sin que los jugadores tengan derecho a manifestarse de la misma forma y a utilizar los mismos métodos que se emplea con ellos en muchas ocasiones. ¡Afortunadamente y por suerte para muchos no tienen ése derecho!
Otro ejemplo bastante común de lo antes expresado, es la indebida o inoportuna utilización o sustitución que en ocasiones se hace de los lanzadores durante el juego y que en no pocas veces conduce directamente a la derrota. Sin embargo, ¿en cuántas oportunidades hemos conocido que durante el análisis posterior a los juegos un director ha reconocido ante el equipo que dirige alguno de los errores cometidos por él durante el partido? Se olvida el hecho cierto de que aptitudes como ésas muy lejos de socavar su imagen, contribuyen al engrandecimiento de su figura y prestigio como director, a la elevación de los niveles de respeto y admiración que por él puedan sentir los jugadores, además de incrementar la seguridad de éstos últimos en el cumplimiento de las tareas que se les encomienda en la competencia.
¿Por qué razón, y ante determinados resultados negativos en el rendimiento del equipo o de alguno de sus jugadores, no se procede a la revisión de cuáles pudieron haber sido los elementos que resultaron deficitarios durante el proceso de entrenamiento, y que no nos permitieron cumplir con el rigor necesario las tareas de ése proceso y sus posibles causas?; ¿Por qué no analizamos la correspondencia objetivo- contenido como la relación capital que define las tareas a cumplir de ése mismo proceso?; ¿por qué no analizar la planificación del macrociclo de entrenamiento y todo lo relacionado con las direcciones del entrenamiento?; ¿por qué no preguntarse que fue lo que hicimos o hacemos equivocadamente, proceder a la búsqueda minuciosa de posibles errores, y de los cuáles no estamos exentos ninguno de los que enfrentamos la labor de enseñar?
En nuestra opinión, mientras estemos a tiempo, si procediéramos de la forma antes expresada, ese pudiera ser el sendero que nos conduciría a adoptar los posibles cambios y variantes relacionados con los contenidos de los planes de entrenamiento, así como en los métodos y procedimientos a emplear en condiciones de la competencia con vistas a la elevación del rendimiento deportivo de los jugadores en lo individual y del equipo como colectivo.
Es cierto de que en contadas y muy especiales circunstancias de la competencia se hace necesario utilizar métodos menos conservadores o tradicionales y emplear otros algo más ortodoxos con algunos jugadores con el propósito de “hacerlos despertar “y estimularlos a adoptar otro tipo de aptitud durante el partido, incluso lo necesitan para lograr un mejor estado de combatividad deportiva. Pero de eso, a convertir excepciones como éstas en un método de trabajo mediante el cual establecer la comunicación con los jugadores también hay un largo camino por recorrer, y por otra parte ATENCION nuevamente con la utilización sistemática de ésas formas de comunicación debido a diferentes razones como son por ejemplo: todos los jugadores no presentan las mismas características temperamentales; en condiciones de competencia se encuentran afectados emocionalmente por otros factores tanto externos como internos; son precisamente los más afectados emocional y psicológicamente cuando sus acciones resultan en fracaso; ante ése tipo de comunicación su autoestima pudiera verse lesionada, etc.
Incluso soy de la opinión de que en muchas ocasiones y por lo repetitivo del método o comportamiento del director de equipo llega el momento en que este proceder no conduce sino a un efecto negativo en algunos jugadores, al igual que sucede cuándo le aplicamos una misma calidad e intensidad de estímulo a un músculo el que debido a la repetición constante de este, arriba el momento en el cual no se obtiene respuesta alguna por parte del músculo, es decir se provoca el estado de “indiferencia“.
Otro aspecto que en ocasiones observamos, es el caso de algunos entrenadores y directores que otrora fueron estelares jugadores y que brillaron con luz propia sobre el diamante de béisbol, y que hoy día aún pretenden que los atletas a los cuales tiene bajo su mando, actúen, piensen y se desenvuelvan como lo hicieron ellos en sus tiempos de máximo esplendor, lo cual constituye un enorme error metodológico y conceptual. Es a esos jugadores a los cuales va dirigido en estos momentos mi sincero reconocimiento por sus muestras de disciplina, coraje y valentía con la que han sabido enfrentar algunas de las aptitudes señaladas en este artículo.
No quisiera finalizar éstas reflexiones sin antes intentar ofrecer una definición de lo que en mi opinión constituye la comunicación dentro de un equipo de béisbol: “el proceso de comunicación abarca todas aquellas habilidades y procedimientos que permiten el adecuado establecimiento de una relación pedagógica con los jugadores y el resto de los integrantes del equipo al interactuar durante todo el proceso docente – educativo que constituyen el entrenamiento deportivo y la competencia”. Por una mayor salud, bienestar y desarrollo de nuestra principal disciplina deportiva invito a todos los interesados y a aquellos que la amamos con intensidad, a reflexionar sobre este tema.
Revisado y actualizado por: Lic. M. del Castillo Zayas (19/05/04)
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