Palabras claves:DEPORTES/ACTIVIDAD FÍSICA

Titulo:Deportes para todos: construcción de puentes interculturales

Autor:Luis Gustavo González Carballido
Instituto de Medicina del Deporte, La Habana, Cuba.

Fuente:11no. Congreso deportes para todos, 2006

INTRODUCCION
Buenas tardes.  Es un honor para mí que las autoridades del Comité Olímpico Internacional y del Comité Organizador de este magno evento me hayan confiado una de las conferencias magistrales, junto a personalidades que tanto han aportado y aportan al movimiento deportivo mundial.  Se trata de un compromiso que asumo con toda responsabilidad y orgullo.
Es difícil que alguien descalifique al deporte en su capacidad de establecer puentes para la interacción cultural.  Sin embargo, el alcance de esa función y su modo concreto de expresión e instrumentación pueden resultar controversiales y aún indeterminados a estas alturas del nuevo siglo. El propósito de esta intervención es  destacar las variables de naturaleza social y psicológica que han de integrar un sistema de aprovechamiento de la práctica deportiva para enlazar culturas y, con ello, dar cumplimiento a uno de los más hermosos principios de la carta olímpica. 
El deporte se asocia de manera estrecha a la cultura, lo cual aparece claramente reflejado en la carta olímpica.  El segundo de sus principios fundamentales refiere que, en alianza con ella y la educación, el deporte “se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales”.
Recordemos la concepción que sobre el deporte posee la Organización de Naciones Unidas: Se trata de una “actividad física con una estructura, o conjunto de normas acordadas, que permite competir con uno mismo o con un adversario. Los deportes pueden practicarse por numerosas razones, pero siempre debe existir la oportunidad de mezclar la diversión, la automejora y la competición, mezcla que variará según los jugadores que participen y el deporte que practiquen en un determinado momento”. (Organización de Naciones Unidas, 2003)
La aplicación efectiva de ese principio convierte al deporte en vía idónea para tender puentes interculturales y acercar a hombres y mujeres de diferentes etnias, credos y grupos sociales.  Conscientes de lo anterior, diversas instituciones y organismos promueven la extensión de la práctica deportiva.  El consejo promotor del foro MERCOSUR -por ejemplo- se propone “impulsar el rol del deporte, la educación física y la recreación como espacios culturales para una conciencia favorable a la integración regional, que valore la diversidad y la importancia de los diferentes códigos culturales …  ”. (Borrador para la constitución del Consejo Promotor del Foro Mercosur, en prensa)
Los obstáculos que frenan la aplicación de los loables propósitos del deporte en su concepción original están relacionados con la exaltación del éxito y con la adulteración del sentido original de la competencia deportiva. Lamentablemente, “los deportes se convierten en una fuente de ingresos para los jugadores, propietarios y otras personas, y se concede mayor importancia al valor comercial y de espectáculo del deporte…  es importante tener presente cómo los valores deportivos varían en el caso de los deportes profesionales. La meta más importante suele ser el triunfo. Esta importancia concedida al hecho de vencer plantea una serie de dificultades, una de ellas es que los equipos y los órganos deportivos, al hacer todo lo posible para promover el triunfo, pueden dudar en actuar contra el consumo de drogas que aumentan las prestaciones. Esto es importante porque los deportistas profesionales y sus valores tienen una gran influencia en muchas personas jóvenes.” (Organización de Naciones Unidas, 2003)
Resulta, por tanto, imprescindible determinar cómo  habría de conducirse el proceso de rescate de los valores originales del deporte, en un contexto tan complejo como el del mundo actual. Se impone la aplicación de intervenciones de carácter social y psicopedagógico que permitan rescatar los valores originales del deporte y, con ello, aspirar a establecer puentes interculturales. 
LA DIMENSIÓN SOCIAL DEL PROBLEMA.
Brettschnneider, W. (1999) destacó que el buen deporte genera mayores niveles de autoestima, capacidad para hacer frente al estrés, superiores rendimientos en los estudios y mejores relaciones con la familia.  En el caso de la prevención, el deporte figura entre los factores protectores o beneficiosos que pueden evitar una gama de problemas, incluyendo la toxicomanía. Deberíamos –entonces- preguntarnos: ¿tenemos derecho a privar a las actuales y futuras generaciones de tamaños beneficios, solo por dejar progresar las mencionadas adulteraciones del sentido original de la práctica deportiva?
Cualquier persona responsable respondería negativamente a tal interrogante.  Sin embargo, la instrumentación de este complejo problema comporta dos dimensiones: una sociológica y otra psicológica.  Comencemos por la primera.  Para formar un deportista que responda al sano espíritu de la carta olímpica, es necesario fijar cotas de carácter social, algunas de las cuales se dirimen en la actualidad:
–    Equidad en los derechos de iniciación y práctica deportiva.
–    Apoyo social al deporte.
–    Masividad.
Sin embargo, no basta con garantizar los derechos fundamentales.  Es necesario atender y aplicar factores de índole social que influyen en el MODO EN QUE SE INTERPRETAN los eventos individuales y colectivos.  Se trata de complejas unidades cognitivo-afectivas, que están condicionadas socialmente y devienen prismas a través de los cuales se percibe la realidad.  Están lamentable e innecesariamente descuidados.  Una descripción de tales factores fue la realizada por Hofstede (2001), quien destacó los siguientes:
–    Distancia de poder.  Es el grado de aceptación de las desigualdades por parte de los miembros menos poderosos de los grupos.
–    Individualismo v.s. colectivismo.  Se trata de la prioridad que los ciudadanos otorgan a la persona en sí misma o al colectivo al cual pertenece.
–    Masculinidad v.s. feminidad.  Es la distinción que determinada cultura hace entre hombres y mujeres respecto a sus derechos.  Los países masculinos cultivan valores relacionados con el dominio, la asertividad, la fuerza, etc. 
–    Evitación de la incertidumbre. Es la tendencia de los países a reducir o tolerar la incertidumbre o evitar la ambigüedad.  Las naciones menos preocupadas por evitar la incertidumbre son más relajadas.
–    Orientación a largo v.s. corto plazo. Se trata de los plazos de tiempo que sirven de referencia para el logro de objetivos sociales. 
Aceptemos o no esta taxonomía social, lo cierto es que la investigación transcultural actual confirma la existencia de unidades cognitivo-afectivas, socialmente determinadas, que repercuten en el sentido personal que cobra la actividad deportiva para las personas.  En una investigación realizada por este autor (González, L.G., 1995) se comprobó el importante papel del sentido personal de la actividad deportiva y su relación con el contexto social que rodea la competencia deportiva. Se conoció que el contexto social deportivo reinante influyó fuertemente en los motivos de participación competitivos y que realizar un papel relevante en el patio y -en particular- frente a equipos norteamericanos, se convirtió en una meta acariciada por todos los deportistas y por el pueblo en general que condujo a una actuación relevante.  
Sin embargo, para un grupo de deportistas cubanos que no recibieron en Cuba a contrarios de reconocida fortaleza y debían participar en campeonatos mundiales semanas después de los mencionados juegos,  el sentido personal de la competencia fue diferente.  A pesar de que conservaron sus motivos de participación, estos no tuvieron la misma intensidad por considerar poco atractiva una victoria que tuviera un carácter pírrico y por contar con fuertes incentivos que podían materializarse después de concluído el torneo.
Elementos psicosociales como la competitividad, la masculinidad y el individualismo v.s.colectivismo pueden ser responsables de la manera en que se asuma la práctica deportiva, del sentido personal que esta cobre, de la asimilación de mensajes publicitarios vinculados de alguna forma a la práctica deportiva y, en fin, de determinado ajuste a las expectativas que la carta olímpica concibió. 
De tal manera, han de diseñarse, con la colaboración de las ciencias sociales, programas educativos y divulgativos que hagan uso de los CÓDIGOS mediante los cuales se generan y preservan las actitudes de los grupos humanos hacia los eventos que conforman el contexto social en que viven, entre ellos los deportivos.  Se podrá, entonces, estimular conveniente, consciente y dirigidamente la formación de valores a ellos asociados.
Veamos un ejemplo -tomado de un hecho real de un equipo latinoamericano de fútbol- que demuestra la influencia determinante de los códigos sociales en la modificación del sentido personal de la competencia deportiva. 
Un grupo de jóvenes universitarios que invierte su tiempo libre practicando fútbol, logra altos niveles de disfrute, salud y desarrollo de cualidades físicas y técnicas.  Sus encuentros con universidades de otros estados y países vecinos se convierten en oportunidades para interactuar con jóvenes de culturas diferentes y se producen experiencias muy enriquecedoras.
Al cabo de un número de meses, los resultados favorables del equipo provocan expectativas entre círculos de aficionados, autoridades y comerciantes, que encuentran oportunidades de prevalecer frente a otras facultades, dominar escenarios institucionales y obtener ganancias utilizando la imagen del joven y “prometedor” equipo de futbol.  Así, la “masculinidad” y la “individualidad” que caracterizan la cultura del país sudamericano en que viven, encuentran vehículo de expresión en los éxitos que “su” equipo comienza a tener, y los aprovechan para satisfacer necesidades aprendidas en su medio social de origen. 
La televisión diseña mensajes financiados por grupos locales y regionales de poder, que destacan las “ventajas” que se habrán de obtener si el joven equipo de fútbol gana determinado campeonato. Amigos y familiares, condicionados por ese tipo de mensaje “masculino” e “individualista”, se suman a las expectativas de éxito y reclaman de sus muchachos una actitud de victoria que exalta el éxito y adultera el sentido original que la competencia tenía en sus inicios para los jóvenes futbolistas.
Se completa así un circuito retroalimentatorio que sustituye los motivos cognoscitivos, higiénicos, de interacción social, estéticos y éticos iniciales, por otros de carácter egocentrista, dominador y a veces humillador y comercial.
Los medios de comunicación se encargan de reforzar los mencionados códigos.  Algunos de forma prudente, solo consonantes con la idiosincracia de la cual forman parte.  Otros, menos escrupulosos, emiten “mensajes en forma de anuncios que utilizan el deporte para promocionar bebidas alcohólicas, y escuchamos mensajes del deporte profesional y del mundo de los negocios que dicen “haz todo lo posible para vencer a tu adversario”. (Organización Naciones Unidas, 2003).
Según el propio informe, se producen anuncios televisivos como el difundido durante los juegos olímpicos de Atlanta, 1996, en el que se hacía meditar a los competidores en el hecho de que NO SE GANA LA PLATA, SINO SE PIERDE EL ORO. En realidad -como se refirió- “es difícil controlar todas las condiciones y mensajes con los que se enfrenta la juventud a través de los medios de comunicación y de la comunidad, pero es posible controlar las condiciones en las que se practica el deporte y los mensajes que se reciben en el hogar, en los centros de enseñanza y en el equipo.” (El subrayado es nuestro).  Y tal control de condiciones debe resultar de estudios científicos, en los cuales se tengan presentes las variables de naturaleza social antes mencionadas y el modo en que pueden incidir en la psicología de determinados grupos de jóvenes.  Existe una ponencia determinante de Miguel de Moragas, dictada durante el 7mo Congreso Deporte para Todos  acerca del olimpismo y la sociedad de la información, que ofrece valiosas opciones para hacer uso científico y apropiado de los medios con ese propósito, cuyos elementos esenciales pueden estudiarse en las memorias del mencionado evento o en sus publicaciones (Moragas, M., 2000).
El deporte se convierte así en un medio concreto de encuentro de culturas, en el que interactúan de manera excepcional vectores idiosincrásicos (identificados como “factores”, “códigos culturales”, etc.) portadores de enormes cargas afectivas,  expectativas, costumbres, percepciones y actitudes disímiles, susceptibles de ser identificadas y evaluadas por medio de los recursos de las ciencias sociales.  Estas tienen, por tanto, una elevada responsabilidad en la identificación de los riesgos de adulteración del espíritu original de la carta olímpica y de las oportunidades que puedan existir para su rescate.
Una de las peores consecuencias de alimentar códigos egocentristas asociados al deporte es la violencia.  Esta hace aparición al intentar premeditadamente herir a otra persona, tratar de eludir la norma mediante el engaño, faltar el respeto a perdedores y generar situaciones en las que no todo el mundo tiene oportunidad de participar (Hernández, A. y otros, 2004). Surge así la expresión más antitética del interculturalismo en el deporte: el vandalismo. 
Los vándalos (hooligans) son jóvenes que utilizan la actividad deportiva como pretexto para destrozar, agredir y expresar las más variadas muestras de violencia, por lo general asociada a motivos de carácter social. Son grupos muy penados por los jueces.  Varias teorías intentan explicar el fenómeno, algunas poseen un carácter innatista, otras son eminentemente sociológicas y algunas psicológicas.  En la actualidad, se reconocen etapas por las que transita el vandalismo (Javaloy, 1996, citado por Hernández, A., 2003):
Predisposición personal. El sujeto es ineficaz al manipular su estado de humor y arousal. Poca tolerancia a los estados disfóricos.
Vulnerabilidad a la adicción. Baja autoestima, poca estimulación u oportunidades en la vida diaria para experimentar un arousal elevado. El aburrimiento conduce al sujeto a un desajuste en los niveles de arousal.
Iniciación en la actividad hooligan. En un partido de fútbol, la persona observa a los hooligans en acción o queda implicado accidentalmente con ellos. Descubre el carácter
agradable de la experiencia de elevado arousal.
Opción por el hooliganismo. Participa en algunos incidentes violentos.  Experimenta un alivio en el desajuste de arousal y estados de humor disfóricos.  Las interacciones con los hooligans constituyen una fuente importante de gratificación.
Saliencia creciente en la actividad hooligan. El comportamiento violento del hooligan es constantemente reforzado a través de periódicas confrontaciones violentas con la policía y hooligans de grupos rivales.
Ciclos o episodios repetidos de actividad. La persona está en camino de convertirse en un “superhooligan”.  Planifica viajes siguiendo al club y asiste a partidos internacionales donde la implicación se va convirtiendo cada vez en mas violenta.
Establecimiento de adicción. Consigue alto estatus en grupo de hooligans, planifica toda su vida en torno al hooliganismo.  Lidera el combate como miembro de la banda de hooligans.  Ahora es plenamente adicto a la violencia del fútbol.
Existen varias teorías y modelos acerca de la conducta violenta, imposibles de desarrollar aquí pero que han sido eficazmente referidas por Hernández y otros (2004).  Por esa razón, nos limitamos a mencionar las dos más reconocidas y vinculadas al deporte: la escuela de Leicester y el modelo psicosocial de Kerr.  Para Leicester, el proceso civilizador trajo consigo un cambio en el patrón de lazos sociales, en el que los segmentarios fueron sustituídos cada vez más por lazos funcionales, que redujeron los vinculos con la familia y el lugar de residencia mientras aumentaba los relacionados con la división del trabajo. 
Sin embargo, muchos países han quedado a la zaga en el desarrollo económico y social, y los lazos segmentarios perduran. Para este autor, este fenómeno favorece el desarrollo de la violencia física en las relaciones humanas.  Luchar, tanto dentro como entre tales grupos, es necesario para conseguir y mantener una buena reputación acorde con sus normas de masculinidad agresiva. Los mejores luchadores suelen destacar como líderes y todos los miembros de esos grupos han de pelear para sentir y para demostrar a otros que ellos son “hombres”.
Por su parte, la teoría de Kerr resulta más compleja y se apoya en elementos de carácter esencialmente psicológico.  Baste decir que explica la violencia en el deporte por medio de pares metamotivacionales, el más importante de los cuales (a los efectos de la conducta violenta) es el télico-paratélico.  Según este autor, los deportistas con predominio télico poseen una meta comprometida y para cumplirla necesitan un nivel de activación óptimo, deseablemente bajo, que les permita polarizarse hacia ella sin interferencias emocionales. 
Por el contrario, los de predominio paratélico no abrazan metas concretas y exhiben un comportamiento impulsivo y orientado a la sensación.  Según Kerr, los sujetos en estado paratélico disfrutan agrediendo, e integran con facilidad grupos de hinchas que pueden llegar a seguir a sus deportistas y equipos preferidos a donde quiera que se muevan, provocando indisciplinas sociales y actos vandálicos, en busca de sensaciones.  Gustan de embriagarse y persiguen el placer que les proporciona la violencia más que el espectáculo puramente deportivo.  Según Durán (1996) “el hincha violento necesita de un alto grado de activación el cual provoca mediante cantos, palmadas rítmicas y experiencias nuevas viajando tras su equipo. Lleva adelante todo un conjunto de actividades tendientes a elevar la estimulación sensorial buscando grados mas elevados de activación. Estas estrategias de excitación también estimulan la tendencia a la intrepidez asumiendo riesgos que conllevan peligro”.
Un propósito de todo educador es desarrollar valores que desestimulen la violencia en el deporte, que mutila su potencial intercultural.  En este sentido se aprecia positivamente los esfuerzos de entrenadores y dirigentes deportivos por educar valores asociados al deporte desde las edades más tempranas.  Una de las acciones más extendidas y hermosas son los contactos de los niños con grandes deportistas.  Pero, ¿cuál es el sentido de estas visitas?  ¿Que prenda el modelo de salud y eficiencia?  ¿Qué se quieran parecer a esas personas grandotas y fuertes que dominan a la perfección sus cuerpos y sus mentes?
Concretamente, ¿qué les proponemos que imiten?  ¿Sus capacidades superiores para reducir a otros, para humillarlos con sus poderes?  El sentido que tenga la visita influirá determinantemente en el proceso de formación de valores.  Y ¡cuánto depende ese sentido de los mencionados códigos sociales! ¡Cuánto pueden aportar las ciencias sociales para optimizar esos primeros acercamientos y rescatar así los valores originales del deporte! Hasta que estas se logren convertir en instrumento eficaz y ocupen la conciencia de la generalidad de los técnicos, especialistas y dirigentes del deporte, toda acción que favorezca la generación de valores como el honor deportivo, el respeto al contrario; la entrega total durante la lucha, la prioridad de la acción colectiva y otros, contribuirá a que se conviertan en reguladores de un comportamiento prosocial y preservador.
Si algún mensaje nos gustaría quedara de esta conferencia es su llamado a la incorporación protagónica de las ciencias sociales a este proceso de rescate de los valores originales del deporte.
LA DIMENSIÓN PSICOLÓGICA DEL PROBLEMA.
Pero dediquemos unos minutos a la otra dimensión que nos ocupa: la dimensión psicológica. O mejor, la dimensión psicopedagógica.  Una de las áreas que mayor interés despertó entre los psicólogos del deporte durante los años 90 fue la motivación, en particular la cualidad que permite al atleta definir el carácter exitoso o fracasado de una acción y apreciar su nivel de competencia para determinada actividad.   Surgió entonces una nueva teoría cognitivo-social, que se denominó Perspectivas de Metas.  (Duda, J.L., 1992;  Roberts, G.C., 1992, entre otros). 
Esta nueva perspectiva fue reflejada por  Duda, J.L. (1999) cuando expresó la conveniencia de que los atletas juzguen su éxito a partir del “progreso personal que experimentan con respecto a sus habilidades y rendimiento.  Estos deportistas están orientados a la tarea.  En un estado de orientación a la tarea, las percepciones de competencia de los deportistas son autorreferenciadas.  Esto es, se sienten competentes y con éxito cuando se ejerce un gran esfuerzo, se domina la tarea, se aprende algo nuevo y/o se experimenta una mejora personal.”
Por el contrario –continúa Duda- los deportistas pueden centrarse en metas orientadas al ego, el sentido de competencia del deportista está definido a nivel normativo; es decir, las percepciones de competencia ocasionan un proceso de comparación social con otros (Nicholls, 1989).  En este caso, el deportista se siente capaz y con éxito cuando demuestra una capacidad superior superando a sus competidores, o rinde igual con menos esfuerzo…  Cuando un deportista está en un estado de orientación a la tarea o al ego en el entrenamiento o en la competición, se asume que este estado está en función de las perspectivas disposicionales de meta.”
Al desarrollar la concepción de las Perspectivas de Meta,  Peiró, C. (1999) refirió: “Las personas orientadas predominantemente a la tarea se perciben competentes y consideran que tienen éxito si obtienen mejoras personales en la realización de una actividad, tomándose a sí mismas como punto de referencia.  Creen que para tener éxito es necesario esforzarse, intentar comprender lo que se les enseña y cooperar y colaborar con sus compañeras/os.  Es más probable que estas personas se sientan competentes en las actividades de logro debido a su interés por el progreso personal en el dominio de la actividad que tienen entre manos y por hacerla lo mejor que puedan”.  Se acepta que este tipo de perspectiva propicia un enfrentamiento más flexible y adaptativo a las situaciones de reto que el sujeto encuentra ante sí, con una mayor garantía de eficiencia en el tiempo.
Respecto a la orientación al ego, la propia autora expresa: “las personas orientadas predominantemente al ego se preocupan esencialmente de validar su capacidad y se perciben como competentes (y por tanto con éxito) si demuestran que son superiores en comparación con otras personas.  Creen que la consecución del éxito depende de mostrar una capacidad superior, ganar a los demás y conseguir éxito con poco esfuerzo”. 
Un sujeto se encontrará orientado a la tarea en la actividad deportiva cuando encuentre satisfacción al aprender una nueva destreza, cuando persiga aprender algo divertido de hacer, aprender una nueva destreza entrenando duro, trabajar y hacerlo lo mejor que pueda.  Por el contrario, en la orientación al ego encuentra satisfacción cuando es el único que puede realizar la destreza, cuando puede hacerlo mejor que sus amigos, cuando los demás no puede hacerlo tan bien como él, cuando otros abandonan y él no; cuando es quien más puntos/goles marca y cuando es el mejor. Las personas orientadas al ego juzgan el éxito por el resultado comparativo con otros, es decir, cuando la meta es normativa.  Las personas orientadas a la tarea, en cambio, lo juzgan de manera autorreferenciada, es decir, cuando logran una mejora personal o del equipo.
En un trabajo anterior (González, L,G., 2004) este autor se refirió a los modos de acción de estas expectativas.  Cuando el deportista está centrado en la tarea, “un fracaso parcial o la demora en el dominio de determinado movimiento pueden ser percibidos de manera más flexible y constructiva, y encontrarse disposición para nuevos intentos sin costo significativo para la autoestima… Por el contrario, cuando predomina la orientación al ego, el afán por obtener el mejor resultado deja sin “amortiguación” cualquier tipo de fracaso, tanto general como parcial”, lo que provoca problemas motivacionales y dificultades en las relaciones interpersonales.
De manera que la estimulación de una perspectiva de meta centrada en la tarea debería constituir la máxima de entrenadores, padres y de la sociedad en general.  En especial, de los medios de comunicación que, de manera contraproducente, suelen practicar un culto a la primacía y relegan a un plano irrelevante la mera participación.
La perspectiva de meta centrada en la tarea favorece la motivación intrínseca, es decir, aquella en la que el atleta descubre la satisfacción por la actividad –y la ejercita como fin en sí misma) y no por el beneficio material que ella le trae.  El carácter intrínseco v.s. extrínseco de la motivación es otra dimensión psicológica significativa para lograr las pretensiones que nos ocupan. 
Cuando existe predominio de la motivación extrínseca, el deportista persigue la recompensa material o moral que se deriva de la acción que realiza. La labor se persigue como un medio para obtener la satisfacción de otra necesidad.  Por el contrario, cuando predomina la motivación intrínseca  el deportista  descubre la satisfacción de la actividad y la ejercita como un fin en sí mismo. La recompensa está en la propia actividad y en los diferentes sentidos que ella tiene para el sujeto,  como el honor,  la satisfacción por la perfección de la tarea, etc.
Se habla de la conveniencia de “manipular” la dimensión extrínseca v.s. extrínseca y de las posibilidades que esta acción tiene en el terreno psicopedagógico.  En este sentido, Weinberg, R.S. y Gould, D. (1995) refieren un interesante ejemplo.  Una persona recibía periódicamente la visita indeseable de un grupo de niños que jugaban béisbol en sus predios. Como consecuencia, la zona quedaba desordenada y afectada.  De nada valdría la reprimenda para ahuyentar a esos indóciles muchachos.
De tal manera, les propuso una moneda de veinticinco centavos cada vez que vinieran a jugar.  Luego, ante su supuesta dificultad económica, redujo el premio a quince, luego a diez hasta que llegó a solo cinco centavos.  Fue en ese momento que los niños respondieron: -¡Venir a jugar por solo cinco centavos!  Ni lo piense…! – Y de esta manera se libró de los inoportunos.
Si este inteligente campesino fue capaz de alimentar la motivación extrínseca para luego de algunas frustraciones parciales prostituir el motivo puramente deportivo, debe ser posible recorrer el camino inverso.  Con ello se elevaría la posibilidad de educar a un deportista capaz de ir a la competencia a disfrutar la expresión de sus capacidades más recientes, resultado de un intenso trabajo; a confrontar las suyas con las de otros jóvenes de otras etnias, con las de aquellos que practican METODOSde entrenamiento diferentes.  A confrontar con otras expresiones culturales el sentido estético de sus concepciones acerca del movimiento perfecto.  A verificar si su modo optimista de visualizar la acción a ejecutar -propio de la dimensión femenina de su cultura de origen- es más o menos eficaz que el recordatorio insistente y violento de errores pasados, característico del predominio masculino y duro de sus contrarios.  
Me permito referirles una breve anécdota capaz de ilustrar cómo un balance de esta dimensión favorable a la modalidad intrínseca, coloca al deportista en mejores condiciones de otorgarle un sentido saludable y no comercial al deporte.  En la década de los años 70 atendía la preparación psicológica de un importante equipo de juegos con pelotas. Recién egresado de la universidad,  tomaba mi responsabilidad con orgullo y un sentido profesional casi obsesivo. 
Uno de mis primeros propósitos fue responder a la solicitud del entrenador de contribuir a que los delanteros realizaran una mayor cantidad de pases a determinado jugador, a quien consideraba un elemento fundamental en la estrategia ofensiva que se había trazado.  Como resultado de las primeras entrevistas, salió a relucir una evidente resistencia a realizarle pases a ese atleta por el temor a perder la posesión del esférico: los titulares del equipo sentían que al hacerlo se elevaban las probabilidades de que se lo arrebataran o lo perdiera. 
¿Se trataba de un problema de confianza en sus habilidades ofensivas y defensivas?  No.  Era otra la razón.  A juicio de la mayor parte del equipo, el jugador de referencia había llegado al deporte por sus cualidades físicas excepcionales, sin haberse propuesto siquiera practicar ese deporte.  Reconocían en él cualidades físicas no muy comunes en este tipo de deportistas, pero lo consideraban incapaz de arriesgarse a recibir un golpe por defender una jugada, de emplearse a fondo o de luchar hasta el final.
Durante una de las entrevistas, un importante integrante del equipo expresó: -“No podemos entregarle una pelota tan sudada y que representa tanto para nosotros a alguien que no lo aprecia, que no la va a cuidar como nosotros en los momentos cruciales de un partido.  El problema es que él no sabe lo que es jugar en el cemento y sin zapatos al mediodía”.
Con tal afirmación, el deportista entrevistado reveló amor por su deporte y deseos de practicarlo en cualquier condición.  En el resto de la entrevista refirió que tanto él como los demás titulares de su equipo buscaban divertirse ante todo y que estaban menos preocupados por las medallas y los premios que por sentir el esférico, el jadeo de compañeros y contrarios y por mostrar sus habilidades, su cohesión y su efectividad.  ¿Cómo iban a hacerle entrega del objeto preciado a alguien que no lo merecía por no sentir en la sangre el motivo deportivo que ellos desbordaban?  Desde aquella temprana fecha comprendí que “jugar en el cemento y sin zapatos al mediodía” constituía una expresión clara de motivación intrínseca.
Una pregunta ronda siempre este tema: ¿Es posible dejar de estimular la motivación extrínseca en un deportista que exhibe condiciones especiales y decide acoger con seriedad la práctica deportiva? Otro modo de expresar la misma inquietud es el siguiente: ¿es realista pensar en un deportista que luego de alcanzar el perfeccionamiento conserve un predominio intrínseco en su motivación y, frente a la disyuntiva premios-status-dinero vs. autoperfeccionamiento-modelo de salud opte por este último camino?  La percepción e interpretación que el alumnado haga de sus experiencias escolares serán fundamentales para que la actividad física acabe formando parte de su estilo personal de vida.  De ahí que las estrategias de motivación y el clima o ambiente que se cree en la clase serán claves para el cambio de conductas.
¿Cómo se debe conducir una clase o sesión de entrenamiento para favorecer el mejor balance de las perspectivas ego vs. tarea y de la motivación intrínseca?  Peiró, C. (1999) tiene una propuesta interesante: “Proponer tareas que supongan un reto personal a cada alumno, establecer metas personales en cuanto a la dificultad de las tareas, … evitar críticas duras o incluso elogios vanos, fomentar la autonomía del alumnado, resaltar los valores de la mejora personal y colectiva y mostrarse accesible a todos los alumnos”.
Cuando se aplica esta estrategia, se favorece la experiencia de flujo que aparece en la siguiente representación de Czikimilalhy.

Imagen1

Cuando el entrenador o profesor de educación física y deportes hace corresponder la percepción del reto con la percepción de la capacidad para enfrentarlo, se produce la mencionada experiencia de flujo, que constituye una vivencia agradable, “superior”, que conduce al atleta a regresar cada día a tratar de conseguirla nuevamente con lo que se reducen los índices de deserción deportiva. 
Cuando en el entrenamiento la percepción del reto es mayor que la percepción de la capacidad para enfrentarlo, se produce preocupación y se puede llegar a la ansiedad.  Por el contrario, cuando la percepción de la capacidad es superior a la del reto, se puede producir aburrimiento y también llegar a la ansiedad.  Si nos preguntaran cuál el criterio mejor para evaluar la acción pedagógica de un entrenador o profesor de deportes, diría sin dudarlo que consiste en la capacidad para provocar la experiencia de flujo en cada sesión de práctica deportiva.
Después de estos análisis, muchos se preguntarán: ¿será posible desarrollar el talento sin el ánimo de prevalecer como recursos de autoafirmación?  ¿Puede pensarse en un deportista que disfrute del despliegue de sus condiciones físicas y técnico-tácticas con el sano propósito de liderar un movimiento de interacción social, conocimiento mutuo, fraternidad y promoción de cultura física, autodominio y salud?  Claro que es posible. Pero será necesario abordar el problema por las dos vías destacadas en esta conferencia: la vía social –con la garantía de los derechos básicos de la práctica deportiva y la aplicación madura, consciente y efectiva de las ciencias sociales para imponer códigos de la práctica deportiva sana por medio de la acción social- y la vía psicológica, que asegure intervenciones efectivas por parte de los entrenadores y profesores de educación física y deportes.
Veamos lo que hemos denominado la “Ruta de la interculturalidad por medio del deporte”, que resume los aspectos fundamentales de esta intervención.

imagen2

Solo la intervención combinada de los elementos de carácter social y psicológico destacados en esta conferencia –entre otros- permitiría que las competencias deportivas se conviertan en escenarios de confrontaciones de vectores culturales, más que de egos interesados en prevalecer.  En escenarios de interesantes comprobaciones de los límites humanos, de diversión, de cooperación con otros para alcanzar determinadas metas; de ponerse a prueba y de vencer retos.  De experimentar sentimientos de vanguardia por conquistar el límite y disfrutar de ese logro como seres humanos en general, más que como seres humanos en particular.
Una labor en ambas direcciones constituye la vía científica para lograr que el deporte exista para todos, se proyecte con un enfoque inclusivo; favorezca la tolerancia, reconozca el valor del otro y se convierta en medio de aplicación de principios éticos fundamentales y en establecimiento de verdaderos puentes interculturales
Finalmente, dediquemos el corto tiempo que nos queda a ver y escuchar a alguien que constituye un ejemplo vivo de apoyo a la interculturalidad por medio del deporte.  Se trata de Alberto Juantorena, quien además de haber sido bicampeón olímpico, es actualmente un cultivador de los valores más altruistas y sanos del deporte.
(Texto del video en que aparece Alberto Juantorena expresando sus valoraciones:)
“Quería ejemplificar esto con una cosa muy particular que me sucedió en la olimpiada de Montreal, en el año 76, cuando obtuve la medalla de oro en los 800 ms. planos.
Ese día llegué al comedor y sentí el aplauso del público, el cariño y el acercamiento de la gente cuando de pronto en el comedor todo el mundo se puso de pie… 
En un momento determinado me di cuenta que era conmigo, y ahí fue la primera vez que tuve la impresión de que era un hombre público, popular; de que era un hombre conocido y famoso. 
Pero bueno, me viene a la mente lo que me enseñó mi entrenador Sigmund Zsabezolski quien me decía que el atleta famoso, popular, tiene que ser humilde, accequible, modesto, sencillo … porque la gente lo quiere a uno y quiere tener contacto con uno … Y esto es muy importante.
Pero aquí hay un doble peligro, porque a partir de la popularidad, que el atleta es conocido, todo es más fácil, la vida se le hace a uno más llevadera, realmente tiene muchos peligros.  Tiene el peligro que uno se autoestima muchísimo, se sobrevalore y brinde una mala imagen, que empiece a desconocer a los amigos, empiece realmente a tener una actitud prepotente, una actitud de que “soy el mejor”, de que “me lo merezco todo…” de que “donde quiera que llegue tengo que tener un trato preferencial”.
Y esto es muy peligroso. Yo creo que si hay algo que el cubano no admite es que el atleta sea pesado, sea realmente prepotente.  Esto es algo que se destierra y se odia.
Por eso yo digo que hay un peligro muy grande, LA FAMA HAY QUE SABERLA LLEVAR …”
(Aplausos generados por la intervención de Juantorena)
Criterios como este, emitidos por alguien como él, demuestran que no se trata de una quimera.  Es posible formar a un deportista que se convierta en ejemplo y promotor del deporte que la carta olímpica promueve.   Lograrlo depende de nosotros.
Muchas gracias.

REFERENCIAS
Duda, J.L. (1992) Sport and exercise motivation: a goal perspective analysis. In G.Roberts (Ed), Motivation in sport and exercise. p. 57 – 91. Champaign, I.L.: Human Kinetics.
Duda, J.L. (1999)  El clima motivacional y sus implicaciones para la motivación, la salud y el desarrollo de los desórdenes de alimentación en gimnastas.  Revista de Psicología Social Aplicada. Vol. 9, No. 1. p. 7 – 24.
González, L.G. y col. (1995) Stress y actividad física.  Informe de Problema de Investigación. Instituto de Medicina del Deporte. Cuba.
González, L.G. (2004) Valoración crítica de la teoría de las perspectivas de metas.  www.inder.co.cu.
González, L.G. (2004 a) La respuesta emocional del deportista.  Una visión científica del comportamiento ante el reto competitivo.  Editorial Deportes. Cuba. 
Hernández, A.  y otros (2003)  Comportamiento de las masas en el deporte (Capítulo 12).  En Psicología del Deporte. Fundamentos II.  Publicación digital de cinco tomos. Revista electrónica www.efdeportes.com. 
Hernández, A., Maíz, J., Molina, M.I. (2004) Debate conceptual abierto:
violencia y deporte.  Revista electrónica www.efdeportes.com Buenos Aires, Año 10, No. 70, marzo.
Hosfstede, G. (2001) Culture’s consequences: Comparing values behaviours, institutions and organisations across nations. Thousand Oaks, CA: Sage.
Javaloy, F. (1997) Hinchas violentos y excitación emocional.  Revista de Psicología del Deporte, 9-10, p. 93.
Moragas, M.  (2000) Olimpismo, comunicación y cultura.  Artículo en línea.  Barcelona: Centro de estudios olímpicos UAB.  Consultado en http://olympicstudies.uab.es/pdf/wp095_spa.pdf 2000.
Organización de Naciones Unidas (2003) El deporte como instrumento de prevención del uso indebido de drogas.  Oficina de Naciones Unidas contra la droga y el delito. PUBLICACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS Núm. de venta: S.02.XI.11 ISBN 92-1-348082-2. 
Peiró, C. (1999) La teoría de las perspectives de meta y la educación física:  un estudio sobre climas motivacionales.  En Revista de Psicología Social Aplicada.  Vol. 9, No. 1, p. 25-44.
Roberts, G.C. (1992) Motivación en el deporte y el ejercicio; limitaciones y convergencias conceptuales.  En G.C. Roberts (Ed) Motivación en el Deporte y el Ejercicio. P. 57 – 84. Bilbao.
Weinberg, R.S. y Gould, D. (1995) Foundations of sport and exercise psychology. Human Kinetics.

Autor