Palabras claves: BALONCESTO/EQUIPOS/DEPORTES CON PELOTA/ DEPORTE DE ALTO RENDIMIENTO/ARGENTINA

Título: El Básquetbol en Argentina. Reflexiones sobre el deporte y la globalización

Autor(es): Psic. Eduardo de la Vega

Fuente: http://psicodeporte.nu/biblioteca/articulos/start.asp?articuloid=46&

 

Texto completo:

1. La gloria del básquetbol

En los últimos diez años, el básquetbol argentino alcanzó un nivel de desarrollo que lo promueve a los primeros lugares de la jerarquía internacional. El desempeño del seleccionado mayor en el último mundial jugado en los Estados Unidos fue la muestra clara y contundente del crecimiento alúdido. Dicho desarrolla coronó una serie importante de conquistas en diversos escenarios de la competencia mundial. Parece evidente que el nivel alcanzado está directamente vinculado con la creación de la Liga Nacional que transformó las estructuras competitivas vigentes hasta 1984. Desde entonces, los equipos argentinos triunfaron en las ligas sudamericanas (Olimpia, Atenas, Libertad), muchos jugadores argentinos emigraron y triunfaron en Europa y algunos pudieron ingresar al templo sagrado de la NBA.

El más destacado, Emanuel Ginóbili, fue contratado por uno de los equipos más poderosos de la superliga y promete convertirse en una estrella del básquetbol mundial. Sin embargo, estos resultados contrastan con los obtenidos por las selecciones nacionales en las competencias mayores del ámbito internacional. Luego de casi dos décadas de la creación de la Liga Nacional, no habíamos visto -si excluimos los últimos resultados- un progreso notable en el equipo Selección. En los Juegos Olímpicos de Atlanta (1996) y Sydney (2000), en los Mundiales de Argentina (1990). España (1994) y Grecia (1998), en el Sudamericano de 1999 el rendimiento argentino fue mediocre y no evidenció una mejora notable con respecto a la etapa anterior.

 

Esta ausencia de progresos contrasta con la espectacularidad del despegue argentino, con el carácter vertiginoso que ha tenido el mismo. Lo inesperado de la hazaña tuvo la impronta de una novedad, las características del milagro. Nada permitía prever lo que iba a ocurrir. No estaba en los planes que la Argentina pudiera estar en la final de la competencia, jugando de igual a igual con los yugoslavos, rusos o norteamericanos. Lo inesperado sorprendió hasta a sus mismos protagonistas y un profundo anonadamiento enmudeció a la mayoría de los especialistas del establishment local.

 

Da la impresión de que faltara un eslabón, como si quedara un resto inexplicable en el esquema simple que deriva de la competencia local el increíble éxito del básquetbol nacional. Pareciera que fuese necesario interrogar, o al menos relativizar la productividad de la nueva estructura en cuanto a su papel en el desarrollo alcanzado. O al menos, introducir nuevas hipótesis que complejicen, complementen o reformulen las explicaciones apresuradas de un discurso que recorre -vaya a saber porqué- los atajos de la simplicidad. En este trabajo, intentaremos analizar los factores que posibilitaron el desarrollo basquetbolístico en la Argentina, especialmente en relación con la creación y consolidación de la Liga Nacional, así como también con los procesos de globalización y mundialización que atraviesan el ámbito deportivo. En primer lugar, será necesario hacer algunas precisiones metodológicas, luego deberemos centrar nuestro análisis sobre las líneas genealógicas del básquetbol en nuestro país, para luego analizar los fundamentos de la Liga y su papel en el desarrollo del básquetbol nacional.

2. El desarrollo del Básquetbol y la creación de la Liga Nacional.

En otro lugar, hemos esbozado una genealogía del básquetbol, donde precisamos los efectos que la creación de la Liga Nacional ha tenido en la transformación de los espacios públicos y en la hibridación de las identidades deportivas. En dicho trabajo decíamos que el básquetbol, desde su introducción en la Argentina, había dibujado un mapa social de indudable riqueza en la constitución de las identidades, y, especialmente, con relación a la configuración de imaginarios locales y regionales vinculados al club, al equipo y al contexto barrial. También, formulamos la hipótesis de que la Liga Nacional -que incorpora el deporte a la industria del espectáculo deportivo- había desarticulado los localismos y regionalismos existentes, destruido muchas de las identidades y alteridades construidas durante el proceso histórico de desarrollo del básquetbol y, finalmente, reformulaba las identidades locales desde “matrices globales”, cediendo ante los efectos más alienantes de la globalización.

Dejábamos pendiente, en dicho trabajo, la cuestión del modelo en cuanto a lo específicamente deportivo para centrarnos exclusivamente en los aspectos sociológicos y antropológicos de la transformación. Ahora bien: ¿es posible abordar los efectos deportivos inducidos por la creación y consolidación de la Liga Nacional haciendo abstracción de los registros vinculados a la construcción y reformulación de las identidades, a la recodificación de los espacios sociales, a las nuevas formas de fabricación de la subjetividad? Es posible explicar la gloria o miseria de una práctica -cualquiera sea su naturaleza- si no se articulan todas las coordenadas (técnicas, institucionales, culturales, económicas, etc.) que circunscriben el espacio de su especificidad.

Es evidente que no es posible emprender el análisis de la situación actual del básquetbol, de sus rendimientos, de sus posibilidades y realidades estrictamente deportivas sin una articulación que permita recuperar la riqueza de los anudamientos junto a la razón de su productividad. Es necesario, entonces, profundizar el análisis emprendido y enfocar ahora el modelo en sus determinaciones técnicas-deportivas, sin desatender los demás registros, sus articulaciones y sus dominios de especificidad. Veamos previamente algunas de las coordenadas históricas que nos permita situar los acontecimientos de mayor peso en el desarrollo del básquetbol en nuestro país.

Parece ser que el básquetbol se jugó originariamente en dos lugares distintos, en forma casi simultánea pero independiente una de otra. Bahía Blanca y Capital Federal esos primeros destinos. En la Capital lo introdujo en 1912 Philip Phillips, quien fuera director de la Asociación Cristiana de Jóvenes. En Bahía, como veremos, un grupo de soldados norteamericanos improvisaron una cancha en ocasión del centenario de la independencia nacional. La práctica del básquetbol se extendió rápidamente por todo el país. Su expansión fue acompañada de un rico proceso de apropiación realizado por las clases medias, las cuales adoptaron sus consignas para desarrollar una práctica deportiva con sello exclusivamente nacional. Durante las décadas del 40 y del 50, el básquetbol había adquirido gran popularidad y un desarrollo importante, tanto en cantidad como en calidad. En 1955 se organizó en Buenos Aires el Campeonato Mundial, donde el equipo argentino se coronó campeón, luego de superar en la final al conjunto norteamericano. Después de la caída de Perón, los cincuenta mejores basquetbolistas del país fueron acusados de “profesionalismo”, y se les impidió continuar con la práctica del deporte.

La eliminación de esa elite deportiva no impidió que el básquetbol continúe desarrollándose, hasta llegar a convertirse en uno de los principales deportes practicados en el país, detrás por supuesto, del fútbol. La práctica del básquetbol adquirió un gran despliegue, sobre todo, en las pequeñas y medianas ciudades del interior (centro y sur de Santa Fe y Córdoba, litoral y norte de la Provincia de Buenos Aires, y en muchas capitales de provincias más pequeñas).

En la Capital Federal el básquetbol tuvo un desarrollo similar. Si en las ciudades del interior la ausencia de equipos profesionales de fútbol permitió el desarrollo en ámbitos locales y regionales (como ocurrió también con relación al fútbol aficionado), en la Capital, en cambio, tal despliegue tuvo lugar en el ámbito barrial y en los grandes clubes de fútbol, si bien no alcanzó jamás la misma significación social que logró en el interior. En gran cantidad de pequeñas y medianas ciudades del interior del país, las competencias mayores fueron durante muchas décadas insustituibles ámbitos de encuentros y apasionamientos sociales. Las competencias locales y zonales se continuaban en torneos provinciales y nacionales.

El campeonato Argentino, organizado anualmente en las distintas provincias o en la Capital, constituyó durante mucho tiempo el lugar de encuentro de la élite basquetbolística nacional y tenía una gran repercusión popular. Se le conocía como “el más argentino de los campeonatos” porque asistían al mismo, representaciones de todas las provincias, siendo uno de los pocos eventos registrado por la prensa nacional. La Liga Nacional, creada en 1985, modificó toda la estructura institucional y competitiva del básquetbol en nuestro país. La organización anterior a 1985 estaba asentada en un esquema que ascendía desde los clubes, pasaba por las Asociaciones (zonales) y Federaciones (provinciales), hasta llegar a la Confederación Argentina de Básquetbol (nacional).

El modelo adoptado, si bien no desarticuló totalmente el esquema anterior, creó un nuevo organismo -la Asociación de Clubes- encargado de los destinos de la nueva competencia nacional. La creación de la Liga estuvo precedida por un importante despliegue militante de un grupo de entrenadores cuya prédica logró atraer la mirada de una conocida publicación. Rápidamente, tras la inauguración de la primera competencia crecieron las publicaciones especializadas hasta que, finalmente, llegó el esperado apoyo de la televisión. Con el objetivo de transformar al básquetbol en un atractivo espectáculo-negocio se creó una competencia de duración anual (tomando como referencia a las ligas europeas y a la NBA norteamericana) que estimuló la creación de clubes-empresas, al tiempo que se permitió la utilización de jugadores norteamericanos, para nivelar los equipos y desarrollar el nivel de la competencia local.

La utilización de los norteamericanos fue un elemento central en la construcción de la Liga. Se pretendía producir, por lo menos, tres tipos de efectos: el primero de ellos -tal vez el de mayor eficacia- buscaba lograr una espectacularidad que atrajera hacia el básquetbol una mayor cantidad de público, dirigentes, auspiciantes y prensa; el segundo, pretendía asegurar la participación de un mayor número de equipos mientras se aseguraba su paridad; finalmente, apuntaba a elevar el nivel de la competencia tras la incorporación de jugadores dotados de una supuesta superioridad.

Volvamos ahora a nuestro interrogante inicial: ¿El éxito de la selección argentina en el último mundial puede ser considerado también el éxito de la Liga Nacional? O también podríamos preguntar: ¿La Liga Nacional ha producido un desarrollo extraordinario del básquetbol en Argentina, tal como lo prometieron sus promotores y fundadores? ¿Puede considerarse el subcampeonato obtenido en Indianápolis como la prueba más contundente y real de dicha afirmación? Si prestamos atención a los flujos y procesos que se han producido recientemente en el ámbito internacional podremos descubrir algunas circunstancias -ya advertidas por algunos- que permiten formular explicaciones nuevas sobre el éxito del equipo nacional. Se trata del hecho -imposible de obviar- de que los jugadores que integraron la Selección están casi todos jugando -y muchos de ellos, triunfando- en Europa. Pero hay otro dato importante.

El grupo de jugadores que actualmente compiten en Europa, a diferencia de los pioneros, no estaban consagrados en el ámbito nacional cuando emigraron hacia el viejo continente. Ginóbili, Nocioni, Sconochini, Scola, Victoriano se fueron siendo aun muy jóvenes. Por otra parte, Sánchez se formó en Estados Unidos, mientras que Wolkowisky evolucionó en forma notable, luego de entrenar un año en el corazón de la NBA. A diferencia de Racca y Espil -los dos “europeos” famosos de la generación anterior- los nuevos emigrados tuvieron mayores tiempos de formación en el exterior.

A partir de esto se puede formular una nueva hipótesis: el crecimiento extraordinario de los jugadores argentinos se debe más a su inserción en las poderosas ligas europeas que al despliegue de la Liga Nacional. La inclusión de basquetbolistas argentinos -destacados en el ámbito nacional pero jóvenes aún y sin haber terminado su etapa formativa- en las competencias europeas, parece haber sido el factor fundamental en el explosivo crecimiento del básquetbol argentino en el contexto internacional. No es un detalle menor que el entrenador argentino Rubén Magnano haya sostenido esta hipótesis en una nota periodística realizada poco después de la histórica final.

“La primer variable a tener en cuenta (del éxito del básquetbol) es que la mayoría de estos atletas no están en el país, no están desarrollándose acá. Y tal vez es la más importante de todas. (…). El talento es nuestro, sale de acá del país. De eso no me cabe ninguna duda. Pero el desarrollo técnico, táctico, físico y, hasta en algunos casos, cultural, surge del escarmentó en el que están compitiendo. Por eso, que los muchachos estén jugando en el máximo nivel de FIBA y en la NBA es fundamental para el nivel de la Selección.”

El éxito de la Selección -según esta formulación- coincide entonces con el éxito de los principales jugadores de la misma en sus respectivos equipos, más que con las bondades de la Liga Nacional. Ante esta afirmación, podría argumentarse que aquellos jugadores llegaron a Europa gracias a la Liga; pero habría aquí dos respuesta que pueden refutar, o al menos relativizar, tal pretensión:

1) antes de la existencia de la liga ya había comenzado la exportación de jugadores argentinos hacia Brasil, España e Italia.

2) La partida de los jugadores está ampliamente estimulada por las nuevas reglas que flexibilizan la circulación de jugadores de distintas nacionalidades, por la apertura europea tras la creación del Mercado Común, y por la misma cultura de la globalización.

Por otra parte, como ya lo habíamos señalado, la mayoría de los jugadores de la selección se fueron a Europa o Estados Unidos cuando eran muy jóvenes, sin estar consagrados en la Liga Nacional. El “caso argentino”, desde esta perspectiva, permite aportar una experiencia significativa para el estudio de los macro-procesos del desarrollo deportivo. El análisis del mismo muestra una ecuación que posiblemente pueda ser generalizable: cuando se incluyen jugadores jóvenes -que están aún en etapas formativas- en una competencia superior es esperable y probable que se eleve el nivel de juego (físico, técnico, táctico y estratégico) de los mismos.

3. Luces y sombras de la Liga Nacional.

Hemos encontrado argumentos que permiten relacionar el nivel alcanzado por los jugadores que integran la élite del básquetbol argentino con la participación de los mismos en las competencias europeas y norteamericanas. Se trata de una situación inversa a la formulada como fundamento de la Liga Nacional. En ésta, jugadores con mayor capacidad para el juego se incluyen en un medio deportivo, institucional, y social-cultural radicalmente distinto. En aquélla, jugadores en etapa aún de formación, se insertan en un medio deportivo superior, en un contexto social-cultural también distinto.

Avancemos ahora sobre los resultados de la liga -tras diecisiete años de su creación- y su relación con los supuestos enunciados. En primer lugar, resulta evidente que su mayor mérito ha sido la capacidad que ha tenido hasta el presente para atraer recursos financieros. Una cantidad enorme de capitales se han volcado hacia el básquetbol, financiando desde 1984, la participación de 16 equipos en el nivel A, 14 en TNA, 20 en B, y una cantidad difícil de determinar, pero importante, en los niveles inferiores. Esos recursos provienen de pequeñas y medianas empresas, de diversos ámbitos políticos, y de los derechos por televización. El más importante de todos parece ser el aportado por la TV, que ascendía -mientras se mantuvo la convertibilidad monetaria- a 280.000 U$D, por equipo (liga A), y 40.000 U$D (para el TNA).

Sin duda, esta transferencia de recursos ha sido de fundamental importancia, colocando al básquetbol en una situación de privilegio en tanto favorece su desarrollo interno y su proyección nacional. Ahora bien, debemos formular aquí el siguiente interrogante: ¿hay una productividad de la nueva estructura que sea proporcional a los recursos utilizados? Sin duda ha habido avances, pero es necesario no conformarse con esa constatación, sino dimensionar dichos resultados y cotejarlos con las inversiones que han sido realizadas. Sin duda, no es fácil medir estas variables debido a lo difícil que resulta dimensionar, especialmente, la primera de ellas. Más allá del desempeño del seleccionado nacional en las competencias internacionales no existen demasiados indicadores que permitan acceder a su determinación. No obstante, algunos ejemplos nos permiten estudiar los procesos de transformación inducidos tras la creación de la Liga Nacional. El de Bahía Blanca parece ser el más apropiado, tanto por el desarrollo alcanzado al nivel local como por su significatividad en el ámbito nacional.

La capital del básquetbol

Según algunos testimonios orales, parece ser que fue en Bahía Blanca donde se jugó el primer partido de básquetbol. Un grupo de marinos norteamericanos que habría desembarcado en el Puerto Militar en 1910 habrían sido sus protagonistas. Años más tarde, se creó la Asociación Bahiense de Basket. Para entonces, había en la ciudad bonaerense una cantidad importante de clubes que practicaban el deporte y se realizaban campeonatos de primera, reserva, tercera, cuarta y quinta división, así como también de cadetes y novicios. El desarrollo del básquetbol tuvo un ritmo sostenido durante varias décadas, hasta que en los años ’60 alcanzó una gran popularidad. Desde entonces, Bahía Blanca aportó los mejores jugadores y equipos del país, organizó competencias locales, regionales, nacionales e internacionales de jerarquía, y sus árbitros, técnicos y dirigentes participaron en distintos ámbitos e instituciones vinculados al deporte. Los equipos bahienses dominaron el escenario nacional hasta mitad de la década del ’70, cuando el folclore deportivo bautizó a Bahía Blanca como “la capital del básquetbol argentino”.

Hacia principios de la década del ’80, se había consolidado una competencia interna muy fuerte, con equipos de primera y segunda categoría que se reforzaban con jugadores americanos, y que contaba con la presencia también de árbitros internacionales. La creación de la Liga Nacional en 1985, no tomó por sorpresa a la “capital del básquetbol”. Cinco equipos bahienses compitieron -en distintos niveles- en las primeras ediciones de la Liga (Estudiantes, Olimpo, ambos en primera, Villa Mitre, Pacífico y El Nacional). Sin embargo, tras estas primeras incursiones que no llegaron jamás a ser destacadas, los equipos bahienses dejaron de tener presencia en la Liga y sólo permanece allí -con muchas dificultades- Estudiantes de Bahía Blanca. No obstante, los jugadores bahienses siguieron siendo los mejores del básquetbol nacional (Montenegro, Espil, Montecchia, Ginóbili, Sánchez, Jasen, etc.), de la misma manera que árbitros y técnicos bahienses participan en ámbitos destacados del básquetbol nacional e internacional.

Ahora bien, a 17 años de la creación de la Liga es posible afirmar que el básquetbol en Bahía no ha sido beneficiado por el despliegue de la misma. No sólo porque sus equipos pierden protagonismo allí, sino también porque se han achicado considerablemente sus competencias internas (número de jugadores, cantidad de equipos, ingreso de nuevos jugadores, etc.). Si revisamos los datos estadísticos con que contamos podemos verificar que la cantidad de fichajes nuevos que se realizaron en la década del ’90 es inferior a la del ’80, y notablemente inferior a la del ’70.

Otro indicador importante surge de la cantidad de jugadores que participaron durante estos períodos en la primera división. En el lapso que va de 1973 hasta 1982 el promedio de jugadores que participaban en primera fue de 290,4. Los diez años que le siguieron ese promedio bajó a 241,7 -un 17% menos con respecto al período anterior- el cual será mejorado en la década siguiente aunque sin llegar a recuperar el nivel que había alcanzado en los ’70. El mismo fenómeno se constata con respecto a la cantidad de equipos que compitieron en primera división desde 1973. Al primer período le corresponde una media de 24,2, al segundo de 19,4 y al tercero de 19,8. Sin duda, la disminución de jugadores y equipos -que se hace más notoria en los años ’86 y 87- estuvo vinculada a la participación de los clubes bahienses en la Liga Nacional. No obstante, cuando casi todos estos equipos abandonan la Liga, comprobamos que se mantienen aún bajo, durante todo el período 1990-99, los promedios analizados.

El resultado que se evidencia es el siguiente: luego de su incursión por la atractiva Liga Nacional, los principales y más poderosos equipos de Bahía Blanca descendieron y perdieron mucho de su potencial, mientras que la competencia local sufrió un considerable achicamiento que afectó a todos sus niveles, aunque con mayor incidencia en las categorías superiores. La productividad que tenía en otras épocas el básquetbol bahiense parece haberse agotado. Su poderío estalla y comienza a dibujar un vacío tras la partida de sus mejores hombres, su reinado agoniza luego de la cruzada estéril de los años ’80 y se desplaza inexorablemente hacia un segundo plano del escenario nacional.

Estos fueron los efectos de la Liga Nacional sobre la principal competencia local que existía en el país. Achicamiento y empobrecimiento de sus equipos, emigración creciente de jugadores y técnicos, altos costos, transferencia inútil de recursos financieros son los resultado más notorios de una aventura deportiva carente de coherencia y racionalidad. El ejemplo bahiense es paradigmático y permite estudiar las transformaciones recientes a través de uno de los principales protagonistas del básquetbol nacional. Sin embargo no es el único. Argentino y Firmat Fútbol Club, Almagro de Esperanza, Sport de Cañada de Gómez, Centenario de Venado Tuerto, Santa Paula de Gálvez, Unión de Santa Fe, Unión Progresista de Villa Ángela, Cosecha de Resistencia, etc. son también ejemplos de clubes tradicionales que sucumbieron ante los atractivos de la Liga y terminaron -muchos de ellos- hipotecando un patrimonio histórico, que articulaba la identidad y la cultura local.

Los fundamentos de la Liga Nacional:

¿Cuáles son las razones del achicamiento que experimentaron muchas competencias locales tras el inicio y desarrollo de la Liga? Para contestar esta pregunta debemos analizar los fundamentos que sostuvieron la creación de la misma y cotejar dichos fundamentos con los acontecimientos, sus derivaciones, y sus efectos concretos en la transformación del escenario local. En primer lugar retomemos las razones esgrimidas por los diseñadores y fundadores del proyecto:

1. Creación de una competencia anual y de alcance nacional.

2. Importación de jugadores norteamericanos para nivelar la competencia y elevar el nivel de la misma.

3. Las dos anteriores buscaban, además, atraer a los medios masivos, especialmente a la televisión, como medio para popularizar al básquetbol.

La formación de la élite:

La creación de una competencia amplia era una necesidad surgida de un proceso de concentración que se desplegaba desde la mitad de la década del ’70. Obras Sanitarias -tal vez el modelo más acabado de dicha concentración-estableció un reinado efímero, pero que adelantó mucho de los fundamentos de lo que iba a ser la nueva elite del básquet nacional. Hacia 1974, Obras había logrado quedarse con alguno de los mejores jugadores de Capital Federal y comenzaba a incorporal a las figuras del interior. Tras la conformación de un equipo de estrellas elaboró una táctica de supervivencia que, hasta la fundación de la Liga, rindió sus frutos y edificó un modelo a imitar.

Dicho modelo -que subyace sin duda en el espíritu de la Liga- consistió en la formación de un equipo-espectáculo que triunfaba en las competencias internacionales y fascinaba -al mejor estilo de los Glober Trotters- al público del interior. La sustracción de jugadores de aquello lugares donde surgían, la formación de super-equipos, la espectacularidad, el sello norteamericano constituían los rasgos esenciales de un proyecto nuevo que comenzaba a prosperar. Ese fue el aporte histórico de Obras Sanitarias. Si se ha de hacer justicia debe consignarse que Obras -enemigo declarado del proyecto que seguramente ayudó a instalar- ha sido el verdadero antecesor de la Liga Nacional.

Muy pronto, otros equipos adoptaron las estrategias y los fundamentos de la nueva racionalidad. En Capital y el conurbano surgieron Lanús, Gimnasia y Esgrima de la Plata, luego Ferro. En el interior, Argentino de Firmat, Almagro de Esperanza, La Emilia, Rosario Central, Sport de Cañada de Gómez, Atenas y Asociación Española de la ciudad de Córdoba, 9 de julio de Río Tercero, Argentino de Pergamino, los clubes de Bahía, etc. formaban equipos competitivos y buscaban consolidar una competencia regional. La situación resultaba paradójica: se formaban equipos de alto nivel pero no había una competencia que permitiera reunirlos. La única alternativa era la participación en el ámbito local.

El proceso de formación de esta elite tuvo una racionalidad radicalmente distinta al que permitió el crecimiento y consolidación del básquetbol bahiense. En éste, se trató de una competencia que progresaba ampliándose desde las bases en un despliegue que llegaba hasta sus niveles más importantes. En aquél, se trataba de un grupo de equipos que se diferenciaban netamente del resto, tras una extracción realizada sobre ese mismo ámbito que se pretendía dejar atrás. Una fuerte vocación de brillar animaba sus fundamentes mientras un espíritu cosmopolita inspiraba las fuentes de su racionalidad. Los equipos que surgían de este proceso, ya lo hemos dicho, carecían de un espacio donde prosperar. Las competencias locales, regionales y nacionales quedaban fuera del despliegue estratégico que animaba aquella voluntad de progresar.

Pareciera tener cierta racionalidad el argumento sobre la creación de una competencia anual que reuniera a todo ese conjunto de equipos que emerge hacia fines de los setenta. Ahora bien ¿se justifica del mismo modo la creación de competencias nacionales destinadas a los niveles que quedan por debajo de dicha elite? La respuesta por la negativa se impone si hacemos una estimación de la cantidad de clubes que resultaba del proceso de concentración. Jugadores de categoría, experiencia relativa a todos los aspectos del juego, capacidad de organización, respaldo económico, simpatizantes y público, etc. eran elementos indispensables de los cuales no muchos podían disponer. Entonces ¿cual fue la razón por la que se sobredimensionó la Liga Nacional y se crearon los tres niveles que actualmente conocemos como A, TNA y B, y que reúnen en conjunto un total de 50 equipos?

Los norteamericanos:

La inclusión de jugadores norteamericanos fue uno de los argumentos que permitieron soñar con una competencia mayor. Los extranjeros permitirían armar más equipos para formar la Liga, a la vez que elevarían el nivel del jugador nacional. Este argumento -discutible, sin duda, desde el punto de vista teórico- no ha encontrado, hasta el momento, ninguna prueba concreta que asegure su racionalidad. Sabemos que el modelo de Liga Nacional ha sido copiado de algunos países europeos (España e Italia) que desde hace muchos años lo utilizan para su competencia local.

Ahora bien, cabe acotar aquí que estos países han introducido el modelo tal como lo conocemos luego de haber adquirido un desarrollo considerable del deporte, muy superior al que existía en la Argentina cuando se creó la Liga Nacional. Por otra parte, Yugoslavia y Rusia – las primeras potencias europeas en este ámbito- jamás utilizaron a los norteamericanos. Yugoslavia clasificó último en el campeonato mundial del 60, en tanto que en el 70 fue campeón. Desde entonces no ha dejado de subirse al podio y se ha convertido, junto a Estados Unidos, en el principal exportador de basquetbolistas -y proveedor, incluso, de la famosa NBA.

Es posible también analizar las experiencias de otros deportes, como el jockey, el rugby, el voleibol y el tenis, que en poco tiempo se han desarrollado tanto o más que el básquetbol. Estos cuatro deportes han accedido en los últimos 20 años a los primeros niveles de la competencia internacional y ninguno de ellos -salvo el voleibol – ha utilizado extranjeros para impulsar el desarrollo local. El fútbol español, en cambio, utiliza jugadores extranjeros de jerarquía mundial, desde hace mucho tiempo, constituyendo una de las ligas más poderosas del mundo. Lo mismo ocurre con el fútbol italiano e inglés.

Sin embargo, si analizamos detenidamente el caso español, veremos que el nivel del desarrollo local se encuentra estancado. España, a pesar de tener en sus ligas a los jugadores más importantes del mundo, no ha logrado, últimamente, acceder a sitios de privilegios en la competencia mundial. Por otra parte, Alemania -quien utiliza muy poco a los extranjeros- aventaja sensiblemente a sus vecinos europeos y ha logrado en los últimos años conquistar varias veces la copa mundial. Lo mismo ocurre con Brasil y Argentina, quienes desde hace tiempo son protagonistas indiscutible de la elite mundial y tradicionales exportadores de sus futbolistas, con sello nacional.

La élite intelectual:

Es posible interrogar también la racionalidad del argumento desde un punto de vista teórico. La estrategia utilizada apuntó a intervenir sobre un conjunto de variables: los deportistas (se supone que la inclusión de jugadores con mayor capacidad física y técnico estratégica aceleraría el desarrollo de los deportistas locales y del deporte en general); la competencia (creación de la Liga Nacional); y otro tipo de variables, también de importancia (relaciones contractuales, reglamento de pases, etc.) Ahora bien, la inclusión de jugadores norteamericanos con el objetivo de desarrollar la capacidad de juego es una estrategia de intervención sobre los procesos de aprendizaje; en tanto tal -según creemos- es absolutamente cuestionable.

Las teorías del aprendizaje han estudiado los dispositivos didácticos, tanto en niños como en adultos. Muchos de los resultados de las investigaciones tienen especial significación para el deporte en tanto permiten reflexionar sobre la naturaleza del aprendizaje deportivo y la especificidad de los dispositivos que aseguran su producción. Los estudios han señalado la importancia de los dispositivos prácticos como ámbitos propicios para el desarrollo de los diversos tipos de aprendizaje. Asimismo, se han investigado también los procesos de interacción entre pares y han sido señalados los efectos positivos de dicha interacción en la construcción del conocimiento. Por otra parte, se ha estudiado el rol y el lugar del docente con relación al alumno y al aprendizaje, así como también los mecanismos ocultos de segmentación, negociación y exclusión que se producen en el ámbito escolar.

Desde esta perspectiva -que debería ser desarrollada con mayor extensión y que posiblemente deja afuera un conjunto considerable de investigaciones relevantes para el deporte- es posible señalar una serie de interrogantes al proyecto, tal como se instrumentó. En primer lugar, el hecho de que se haya pretendido intervenir sobre los procesos de aprendizaje de los deportista, sin ningún tipo de interrogación sobre el rol de la conducción técnica, especialmente, sobre el tipo de relación (didáctica, psicológica, etc.) que el entrenador establece con los jugadores y con el juego en general.

Este olvido parece significativo en un deporte cuyos entrenadores desempeñan un rol central. El básquetbol es un juego con una importante dimensión estratégica, por una serie de motivos: en primer lugar, porque es posible realizar durante una competencia una cantidad muy grande de combinatorias. Y en segundo lugar, por la posibilidad que tiene el entrenador de detener el partido varias veces en su transcurso para introducir variables e influir sobre el desarrollo del juego.

En básquetbol -se puede decir- el entrenador juega él mismo una partida con su colega rival. Como dos jugadores de ajedrez, se enfrentan en el escenario de la lucha a través del despliegue estratégico que hace cada uno de sus piezas para otorgar al juego las claves de su resolución. Las teorías del aprendizaje (psicología, sociología, didáctica, etc.) han contribuido, desde hace mucho tiempo, a reformular la relación autoritaria -que ha sido central en el dispositivo escolar- entre el docente y el alumno. En el deporte, en cambio, esta reflexión y preocupación por el diseño de dispositivos didácticos apropiados, no ha sido realizada y en su lugar encontramos generalizadas las relaciones de saber-poder.

Es común en este ámbito -y fácilmente verificable- encontrar estilos de conducción técnica no sólo autoritarios sino además proclives a la utilización de formas extremas de violencia simbólica. Resulta paradójico que mientras en la industria y las empresas en general se están promoviendo las modernas tecnologías de gestión (gestiones participativas, liderazgos democráticos, delegación en la toma de decisiones, etc.) no se haya producido en el básquetbol argentino ningún tipo de reflexión que permita problematizar los liderazgos deportivos y los formas de conducción. Con más razón en un modelo que se pretende paradigma del desarrollo del deporte, así como también, la vanguardia de la transformación regional.

Un detalle, no obstante, permite comprender alguno de los motivos de una ausencia que requiere atención. Si recordamos que los diseñadores y fundadores de la Liga Nacional han sido un grupo renombrado de entrenadores, cobra racionalidad el hecho de que no se haya problematizado dicho rol o función. Ni las didácticas, ni los estilos, ni los mecanismos del aprendizaje deportivo fueron incluidos jamás en la agenda de este esclarecido grupo de entrenadores. Tampoco figura allí el estudio de los mecanismos ocultos del currículum (tan bien descriptos por Chevallard, y retomados por una legión de psicólogos del aprendizaje), la psicología de los grupos con la temática tan importante para el deporte como la del liderazgo, la cohesión, la comunicación, etc.

El olvido de las dimensiones pedagógicas y psicológicas, pero también antropológicas y sociológicas, resultan muy costosas en un ámbito en que se ha operado una creciente complejización. La inclusión en los equipos de básquetbol de jugadores técnicamente diferentes, procedentes de una cultura diversa, con un idioma distinto y con objetivos, metas y necesidades radicalmente diferentes resultó un peligroso cóctel explosivo. Dicho cóctel -cuando estalló- significó el fracaso de una gran cantidad de equipos (clubes) históricos, que quedaron devastado tras una experiencia deportiva de dudosa racionalidad. El fracaso en la inclusión de jugadores americanos ha sido una constante más que una excepción en la historia de la Liga. Es preciso señalar aquí y colocar en el primer plano del análisis, los costos de dichos fracasos, tanto a nivel económico, como también desde el punto de vista del aprendizaje o de sus efectos en la conformación y cohesión grupal.

El desprecio de las dimensiones psico-sociales del juego pone en evidencia, no obstante, la voluntad que animó -y anima, posiblemente- a la elite intelectual, fundadora de la Liga Nacional. Más allá de las razones explícitas y ampliamente publicitadas, tras los argumentos que hoy repiten todos sin el menor espíritu crítico o de reflexión se percibe una profunda voluntad corporativa y una omnipotencia que excluye toda interrogación. El proyecto reformador se propuso cambiar a los dirigentes, a los jugadores, a la competencia sin problematizar jamás ni el lugar ni la función del entrenador. Los encumbrados técnicos han dicho: “Hay que cambiar a los dirigentes, porque son malos y corruptos; hay que cambiar a los jugadores, porque son bajos, lentos, poco inteligentes y blancos. Sólo quedamos nosotros, o por lo menos un grupo reducido de nosotros (los demás tendrán que aprender de nuestro benemérito saber).”

A modo de cierre.

El sueño americano parece condenado al fracaso, y tras la depreciación de la moneda se impone la realidad. El show tuvo un costo excesivo mientras que las circunstancias actuales indican que no puede continuar. El “déme dos” -que popularizó el turismo argentino de la globalización neoliberal- también significó en el básquetbol un motivo para el derroche, tras la fachada del sueño civilizador. No es la primera vez que se sueña con seres maravillosos que vengan de otra cultura y que permitan edificar la gran utopía de una raza superior. Sarmiento imaginó un proyecto semejante y su xenofobia tardía fue el testimonio del fracaso de dicha ilusión. Más arriba habíamos visto como un grupo de jugadores argentinos jóvenes se habían integrado con éxito -no sólo al juego- sino también al medio y a la cultura europea. Parece ser más difícil que basquetbolistas provenientes de Norteamérica, pertenecientes ellos mismos a sectores marginados, puedan integrarse sin problemas y jugar en un contexto latinoamericano tan distinto y con graves problemas de identidad.

 

Revisado y actualizado por: Lic. MCZ (17/12/03)